Vida y milagros de un pirata tuerto
Además de, como decía aquella canción, ser la vida mejor, la vida pirata es azarosa, inconstante... y apasionante
Un buen ejemplo lo constituye la del pirata que nos presentaron en 1990, siguiendo la estela de Bartolomeu Português, en la caja Playmobil 3792. A simple vista podría parecer un marinero más a pesar de su exótico sombrero —una de las novedades del año—, su raído chaleco y, sobre todo, su parche en el ojo; después de todo, muchos marineros de la época traían raros recuerdos de sus viajes y, por desgracia, no solo los piratas se arriesgaban a perder un ojo.
Es más, en esa chalupa, con el cubo bien repleto de peces —un accesorio que tenía mucha gracia, pues, después de todo, los piratas algo tenían que comer en sus aventuras— y la caña de pescar parece un tipo bastante apacible. No hay que dejarse engañar por las apariencias: debajo de esa barba se esconde un recalcitrante caballero de fortuna.
El blasón que vemos en la banderola que lleva su bote nos pone ya sobre aviso. La tela negra denota que no es un tipo con todas las de la ley, pero dos armas cruzadas, en concreto un hacha y alfanje, no presagian nada bueno. Los piratas solían poner elementos así en sus banderas para anunciar lo que esperaba a quien se resistiera. Esta en concreto no deja mucho espacio para la imaginación...
Pero todavía tenemos más evidencias. Ese mismo año, a nuestro pirata anónimo se lo vio entrar en el calabozo de cierta ciudad bajo el dominio británico cargado de grilletes, encadenado a uno de los hombres de Barbarossa.
Él, sin embargo, y al contrario que Português, continuaría su carrera de fechorías. Lo veríamos tiempo después en compañía de Barbanegra en la caja Playmobil 3858, bajo el mítico árbol del ahorcado que aparece en tantas historias de corsarios y tesoros enterrados.
Y tiempo después en uno de los refugios más concurridos de Tortuga, en la caja Playmobil 9989, junto a buena parte de los caballeros de fortuna que se presentaron en 1990. Aunque en esta ocasión, todo sea dicho, parecía seguir dedicándose a labores de avituallamiento, más propias de un bucanero y menos peligrosas que abordar navíos, sobre las que se volcó quizás temeroso tras un naufragio...
En efecto, en la caja Playmobil 5780 lo vemos enfrentado a los sinsabores de la vida en alta mar cuando hasta los pulpos te disputan las raspas del pescado. Comer o ser comido, esa es la cuestión.
Pero, como buen pirata impenitente, la adversidad no lo llevó de vuelta al buen camino: tiempo después lo reencontramos en la guarida pirata de la caja Playmobil 9979. Sí, las ovejas descarriadas tardan en volver al redil, si es que alguna vez lo hacen. A juzgar por cómo va aplicar la antorcha en el cañón, diríamos que nuestro viejo lobo de mar no se plantea de momento dejar su vida de aventuras.
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