Consejos prácticos para dar caza al kraken y otras criaturas marinas
Un artículo de la Sociedad Carter para la prevención del vampirismo de la mano del profesor Emmerett Johnson
Después del éxito de mi anterior artículo, Sobre la idoneidad de las cacerías nocturnas de vampiros, eminentes colegas de la Sociedad Carter para la prevención del vampirismo me han solicitado la redacción de un decálogo genérico que sirva de guía para el combate eficaz de las fuerzas de las tinieblas. Aunque el proyecto es un desafío sin duda interesante, creo que es más conveniente, si me permiten la licencia, descuartizar el problema en pequeñas dosis más manejables a la espera de elaborar dicho vademécum.
Sin embargo, la mera propuesta me ha suscitado una interesante reflexión sobre la convergencia de los métodos a contemplar. En efecto, aunque cada monstruo tiene sus particularidades, en casi la totalidad de los casos la mal llamada sabiduría popular suele presentarse como una traba a la hora de enfrentarse a su destrucción y, por lo tanto, ha de ser ignorada de plano. El caso del kraken, contemplado en el presente artículo, me permitirá ilustrar este particular al tiempo que presento una serie de consejos prácticos que, espero, serán de gran utilidad.
Obsérvese que cuando se aborda el proyecto de dar caza a un kraken los amantes del “sentido común”, término que entrecomillo con toda intencionalidad, sugerirán contratar a un experimentado y exitoso lobo de mar, conseguir un equipaje de bregados arponeros y curtidos marineros y, para más inri, embarcarse en un navío de buena factura y gran resistencia. Evidentemente, no hay peor punto de partida para dar caza a esta formidable criatura de los abismos.
En primer lugar, el capitán del navío ha de ser alguien que haya tocado fondo en su carrera. Solo así se prestará a navegar por las remotas latitudes consignadas en manuscritos crípticos y susurradas en los zocos misteriosos de Oriente. Si tiene una afición manifiesta por la bebida o, mejor aún, por el opio, nuestras posibilidades de éxito mejorarán: no solo será más receptivo a nuestros deseos, por ser los únicos clientes a su alcance, sino que, además, se sentirá menos cohibido por la reputación de la bestia, en caso de que llegue a creer en ella, algo que puede terminar dándose en muchos casos.
Además, un capitán de estas características aumentará las probabilidades de conseguir un equipaje en sintonía con nuestras necesidades. Los marineros de carrera, sobre todo cuando se consideran profesionales, tienen tendencia a tildar de descabelladas todas las empresas que se salen de sus cerradas perspectivas. Es por ello que es mejor reclutar al equipaje entre desahuciados —una pata de palo, por ejemplo, no supone una gran diferencia frente al horror tentacular que habita en el fondo de los mares—, supersticiosos indígenas —que tardarán menos en aceptar cuán terrible es la realidad—, extranjeros —que no entiendan nuestro idioma puede ser una gran ventaja durante el viaje— o, directamente, criminales —un pirata en horas bajas tiene justo lo que necesitamos: ambición y experiencia en carnicerías—. Cuanto más ignorante sea la tripulación, mejor irán las cosas, y si dicha ignorancia incluye aspectos marineros, tampoco hay que tomárselo como un problema.
Recalquémoslo: un navío errático, sobre todo si tiene la quilla carcomida y su casco denota un mal mantenimiento, tiene muchas más posibilidades de atraer un kraken —u otros horrores de las profundidades— que un navío bien pertrechado que surque con determinación las aguas.
A estas alturas, creo que no es necesario ahondar más en la cuestión. Solo me queda recomendar a nuestros lectores que, cuando hayan conseguido atraer efectivamente al kraken gracias a esta breve guía, consignen sus impresiones para archivarlas en la biblioteca de la Sociedad Carter para la prevención del vampirismo. Una buena reserva de botellas vacías con sus respectivos corchos puede ayudar a preservarlas de la inevitable humedad a la que se verá expuesto el equipo en estas expediciones.
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