El camino del acero
Reseña de la historia de Andrés Díaz Sánchez, una historia épica que constituye la primera novela de Editorial Ábaco
Épica. Eso es lo que transmite esta novela y eso es lo que es. Una novela épica en el más preciso sentido de la palabra. De vez en cuando uno lee una historia, ve una película u oye una canción que hace sonar tambores de guerra en su pecho. “El camino del acero” tiene la magia de conmover esa parte ancestral de nuestras almas.
El primer punto a su favor es la prosa. Sencilla, directa y muy viva, capaz de transmitir todo lo que tiene que transmitir sin liarse con perífrasis crípticas ni vocablos innecesarios, lo que no le quita un ápice de riqueza, que tiene mucha, y sí le añade mucho buen gusto.
Nunca antes había leído nada de Andrés Díaz y, después de leerme esta novela, puedo aseguraros que repetiré. “La maza sagrada” creo que será mi elección, si el destino, caprichoso pero amable en ocasiones, no me interpone otro libro suyo antes –como hizo con éste-.
Por lo que he podido captar por foros de literatura y revistas del género, parece que se tiende a comparar el trabajo de este autor con las novelas de Robert E. Howard, el creador de Conan entre muchos otros personajes. Personalmente, no veo muchos paralelismos más allá de la temática y el acierto a la hora de tratarla.
“El camino del acero” empieza como muchos de los libros que devorábamos de pequeños, con un viaje mágico a un mundo distinto, donde la épica sí que tiene lugar. Este preámbulo, que es mucho más que un guiño –tal y cómo se descubre después-, nos adentra sin concesiones en un mundo violento que recuerda a la Grecia Clásica en algunos aspectos, o más bien a los siglos que precedieron a ese esplendor heleno. Digo sin concesiones porque desde el primer capítulo –llamar cero al de apertura no debió ser casual- ya no paramos un instante durante las quinientas treinta y ocho páginas de la novela. Y, esto es lo importante, por muy frenética que sea la marcha no se trata de una serie de aventuras sin ton ni son.
Tenemos intriga política, guerra y aventuras que satisfarán a los amantes del género y les subyugarán desde el principio. Pero además tendemos rigor en los planteamientos, lo que da una solidez a la trama fuera de lo común y una viveza sorprendente, sobre todo en los aspectos bélicos. Las descripciones del funcionamiento de las batallas son apabullantes, así como las de los combates individuales. Por fortuna, Díaz no es sólo hábil en estos aspectos, sino que también los diálogos, tanto en las peliagudas escenas amorosas como en las políticas, así como los propios personajes, son de una coherencia y de una fuerza asombrosas. El autor nos ha llevado a otro mundo, y las mentalidades de estos personajes es la de dicho mundo. Y conseguir eso, y que además la historia funcione y conmueva, no es nada fácil.
Hacia el final de la novela el autor no se ha olvidado de cómo nos había introducido en este universo de su creación -lo que es de agradecer y llega a sorprender al propio lector-, y es entonces cuando llega un capítulo que es una especie de ejercicio de metaliteratura que acaba de romper los esquemas del que estaba disfrutando con una novela de fantasía épica. ¿Y esto es un conejo saliendo de la chistera o una genialidad? Cuando terminé de leerla aún estaba algo confuso, pero poco a poco fueron apareciendo elementos que me inclinaban hacia la segunda opción: el de más peso, sin duda, la coherencia circular de la historia.
Alarde innecesario o no, una cosa está clara: pocos son los autores que consiguen conmoverte con una novela. Menos los que lo hacen con una de espada y brujería. Cuando terminé de leer “El camino del acero”, los tambores de batalla habían batido en mi pecho y estaba deseando retomar la afición por este tipo de obras. Y os aseguro que no con una de Howard, que me encanta, sino con otra del propio Díaz. Aunque no suela repetir de autor inmediatamente.
Autor
Nacido en Madrid en 1973, la obra de Andrés Díaz ha estado siempre muy influida por los autores de Fantasía y Aventura Épica clásicos, como Robert Ervin Howard, Edgar Rice Burroughs, Jack London o Henry Rider Haggard.
Su andadura literaria comenzó en el duro mundo del Fandom, donde participó en decenas de publicaciones no profesionales con sus relatos y guiones de cómic, que tocaban tanto la Fantasía como la Ciencia Ficción. Su interés por la Espada y Brujería le llevó a co-editar la revista “Sangre y Acero” y escribir el volumen de relatos cortos “Mercenarios del Infierno”.
Su participación como guionista de comics de Fantasía Heroica dio sus frutos con la historieta “La mujer de las sombras”, segundo premio del Certamen de Comics Bárbaros de Planeta de Agostini (1999). También participó como guionista en el cómic de Fantasía El Espartano (2004, Aleta Ediciones).
Su salto al campo profesional literario llegó en 2003 con la novela de Fantasía Épica “Los guerreros sin rostro” (2003, Planeta), protagonizada por el mercenario Skarrion Gunthar. “La Maza Sagrada” (2006, Planeta) constituye la continuación de tal volumen y segunda aventura del personaje.
“El Camino del Acero” es su tercera incursión literaria en el Género Fantástico, esta vez creando nuevo universo muy influido por la Grecia Clásica, con una fuerte carga de aventuras y épica, donde los personajes cobran una mayor profundidad y nada es lo que parece a primera vista.
Sinopsis
Un joven madrileño que sufre una enfermedad degenerativa terminal se despierta en un mundo extraño en el cuerpo de un héroe de guerra, con cuyo pasado y legado tendrá que convivir mientras recorre el duro camino del acero
Edición
El camino del acero
Andrés Díaz Sánchez
Editorial Ábaco, 2006
Encuadernación rústica con solapas
Esta edición es otra muestra del buen hacer de editorial Ábaco, tanto por el diseño y la maquetación, como por la calidad de los materiales y las fabulosas ilustraciones de Manuel Calderón que nos acompañan durante toda la historia. El poder disfrutarlas a página completa hace que valgan la pena las aparatosas dimensiones del libro.
Conclusión
Fantasía heroica de la buena. De la que te hace vibrar. De la que te impide dejar el libro si todavía tienes un rato libre. De la que te obliga a llevártelo al metro a pesar de su peso.
La historia, trepidante, me tuvo enganchado de principio a fin. Hubo momentos en los que me conmovió –los ojos arrostrados en lágrimas-; en otros consiguió que me indignara con el protagonista –porque aquí los planteamientos maniqueos no abundan-; finalmente, captó mi atención de un modo ininterrumpido.
Sólo me queda descubrirme ante este autor, que no conocía más que por vagas referencias, y recomendar la lectura del libro a todos los aficionados al género. A aquéllos que no lo sean, pero disfruten sin prejuicios con las buenas historias, también. Y para aquéllos que quieran probar fortuna por primera vez, la recomendación es que lo hagan con este libro. Merece la pena.
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