Valkiria

Crítica de la película sobre el atentado contra Hitler.

Aunque siempre interesantes e incluso necesarias, ya pocos hechos históricos relevantes relacionados con la II Guerra Mundial quedarán por filmarse en una película, tanto que van apareciendo algunos que incluso ya han sido recreados anteriormente. Como este caso, pues la llamada “Operación Valkiria” ya fue llevada a la pantalla en 2004 en una producción para la televisión con este mismo título. Pero este tipo de productos suelen pasar bastante desapercibidos y las superproducciones de Hollywood pasan por encima de estas de creaciones independientemente, de si se ha hecho algo similar hace un año o veinte. Como cuando un deportivo adelanta en la autopista a una tartana, que ni se fija.

En esta ocasión es Bryan Singer quien se pone detrás de las cámaras y se puede decir que recupera parte del crédito que se dejó en esa Superman Returns que no gustó a casi nadie. Porque Valkiria es una correcta y fiel narración de los hechos que acontecieron en el intento de asesinato de Adolf Hitler el 20 de Julio de 1944. El tema de realizar una película basada en un hecho real en el que se conoce el desenlace (o parte de él) tiene sus problemas, y hay que hilar muy fino y sobre todo buscarse un poco la vida para conseguir tensión. La película tiene suspense en muchos momentos, no tanto por el desenlace mismo de la historia, sino por pequeñas situaciones comprometidas para los personajes que se van intercalando en el guión con bastante buen oficio.

Pero es sobre todo su contundente y vertiginosa parte final la que consigue captar la atención, aunque durante el resto del metraje la cosa queda por momentos como una mera concatenación de hechos. Pero lo que hay que destacar es que estos hechos están muy bien contados, los diálogos, las situaciones, los detalles y la información es abundante, pero no abrumadora, lo que se agradece en una película como ésta en la que tienen mucha más importancia las palabras, las ideas y los preparativos que la acción en sí.

En el apartado actoral, Tom Cruise, más allá de su parecido físico con el verdadero Claus von Stauffenberg, si bien no está brillante, se podría decir que está sobrio y bastante creíble. En el reparto destacan también el siempre elegante Kenneth Branagh, el gran Tom Wilkinson o el secundario alemán Thomas Kretschmann. Este último es un actor que además de protagonizar películas en su país natal, se mueve bastante como secundario en superproducciones de Hollywood. Ha sido visto en el King Kong de Peter Jackson, en Wanted o en Blade II, por poner unos pocos ejemplos. Pero destaquemos como curiosidad que en Valkiria suma un nuevo papel de nazi, porque se ha vestido como tal en Stalingrado, U-571, El pianista (fue el nazi “bueno” que ayudó al pianista Szpilman), U-boat, El hundimiento, Eichmann y ahora en la película que nos ocupa.

En general, la película huye del sentimentalismo y se centra todo lo objetivamente posible a lo que sucedió en la realidad. Sirve para conocer de primera mano ese capítulo de la Historia y, como documento histórico, la verdad es que es muy bueno, quien no lo conozca desde luego va a salir bien informado. Aunque como película no se puede hablar de una obra maestra, quizá por su excesiva sobriedad y por la sensación de que todo está como demasiado calculado. Es una película bien hecha, y que la palabra que le puede quedar bien para definirla es “profesionalidad”. Si bien técnicamente, en cuanto a la ambientación, la narración o la caracterización de los personajes, la película es casi perfecta, se echa en falta un poco más de desarrollo de los personajes y sobre todo las motivaciones que les han llevado a posicionarse de ese modo. Las razones se dejan caer en las primeras escenas, pero estaría bien haber desarrollado un poco más este aspecto o haber visto a los protagonistas envueltos en alguna situación que les desbordase o en la que no compartieran opinión.

Se trata de una buena película histórica en la que comprobamos que no todos los nazis tenían pensamiento único y que algunos trataron de poner fin a la locura imperante con uno de los numerosos atentados que sufrió Hitler. Y es que parecía tener más vidas que un gato, pero, afortunadamente, y aunque los aliados no supieron dar anteriormente continuidad al movimiento de opositores al Führer, quedaba ya poco para el desenlace.