Crítica descarnada de la película “Mr. and Ms. Smith”, uno de estos artículos que escribes diciéndote: vamos a ser malos, demonios, que se lo han ganado a pulso.
Empecemos por el tópico: hay películas malas, peores y, algo más allá, la que nos ocupa. Obviamente, esto no es totalmente cierto. Estadísticamente tiene que haber, seguro, películas mucho peores. Lo que pasa es que, cuando ves el derroche económico, publicitario y de medios que se invirtió en ésta, la sangre bulle. ¿Por qué no lo utilizaron en hacer una buena película? La respuesta cínica que todos conocemos es “porque no lo necesitaban para recaudar todos los millones que querían recaudar”.
Luego está lo del huevo y la gallina. Yo, después de darle muchas vueltas, me lo imagino, cronológicamente, como algo así: en una cena de productores de Hollywood, cuando ya van bien pimplados de vino de California y la razón se disuelve en alcohol, uno dice: “mi sueño es destruir la mansión que tiene mi cuñado en Beverly Hills, así en plan Rambo”, y otro le contesta: “genial, hagamos una película con ello”. A partir de allí, se pondría en marcha la maquinaria “creativa”.
Al principio todos hubieran pensado en Steven Seagal o Chuck Norris para protagonizar la destrucción del domicilio familiar del cuñado, pero alguno, avezado, sugeriría que, sin superestrella en la pantalla no les daría para amortizar el destrozo. Los efectos especiales, quieras que no, exigen determinadas taquillas. Así que debieron coger esa famosa lista que tienen las productoras y donde registran el número de películas comerciales que están obligados a hacer sus actores (creo que fue a Harrison Ford al que por primera vez le oí –no en persona, claro- hablar una vez del tema).
¿A quién le tocó la china? A Brad Pitt. Este gran actor, que es capaz de bordar papeles como el de Tyler Durden en “El club de la lucha”, o el de Tristan en “Leyendas de pasión”, tiene el dudoso honor de encarnar al fulano destructor ideado por esos productores ebrios, demostrando que, por rico que seas, en Hollywood siguen existiendo aros por los que hay que pasar para poder continuar con una carrera cinematográfica de cinco estrellas.
Luego alguno se daría cuenta de que destruir una bonita casa no es argumento suficiente, al menos cuando estás sobrio, para rodar una película. Y alguien más pensaría que no aparecen muchas actrices que merezcan tal nombre en las películas de acción. Supongo que Angelina Jolie (que lo del apellido se las trae) era la opción adecuada para solventar este problema. Después de todo, con Tomb Rider se creó ya un buen club de fans. Y supongo también que el que la incluyeran en el reparto fue lo que motivo buscar una excusa por el cual tuviera un tête à tête con Pitt.
Finalmente, con casa, Pitt y Jolie, ese era el hilo conductor que faltaba y el que, en teoría, hace distinta y graciosa la película: que estén casados y sean, cada uno por su cuenta, asesinos a sueldo. Quizás incluso fuera atractivo el guión sobre el papel, se puede pensar; desde luego, su ejecución –sí, ejecución es un nombre bien apropiado para lo que han hecho- no lo es. A diferencia de, por ejemplo, “Mentiras arriesgadas”, aquí no hay conjunción entre acción y comedia, ni suspense, ni equívocos. Aquí sólo hay unas cuantas tonterías y, eso sí, una bonita casa que destruyen en plan Rambo. Poco más.
El principal problema, a mi parecer, es que, para empezar, no hay ritmo. Una película de acción sin ritmo es la cosa más tediosa del mundo. Así, cuando a uno le plantan esa escena de desayuno matutino de Angelina en una república bananera, donde la actriz parece tener algún tipo de inflamación labial causada por un parásito tropical, el espectador empieza a impacientarse. Los incisos del psicólogo de la terapia de pareja confirman la idea: esto va a ser tedioso, que es un grado por encima de aburrido.
La asociación secreta en la que participa la Jolie, y que tiene cierto toque de Ángeles de Charlie, no ayuda a subir el nivel, como tampoco lo hace el amigo psicótico de Pitt, ni con su síndrome bélico absurdo, ni con su gaj de “vivo con mi madre”. Por todos lados se ve que es una película deslavazada, compuesta de elementos que, en el plano teórico, podrían ser divertidos, pero que no corren con fluidez a pesar de todo el dinero invertido en engrasar la maquinaria.
La única escena que se salva es la de la cena conyugal, y únicamente gracias a la actuación de Smith –hombre-, que consigue transmitir algo de ese toque humorístico que, como decía, abunda en “Mentiras arriesgadas”. Después de esa, todavía se puede tolerar la del tango, pero para de contar.
Muchos explosivos, muchos efectos especiales y muchas frases que no deberían haberse escrito nunca convierten a esta película en un bodrio con todas las letras. Entre sus honores podríamos destacar el tener uno de los peores papeles secundarios de la historia (más por el guión, creo, que por el actor) y un juego de palabras en el título, si osamos llamarlo así, que es, para que os hagáis una idea, de lo más “inteligente” de la película.
Si a alguien le gustó el trailer, le recomiendo que lo vea una y otra vez, pero sin caer en la tentación de ver la película que anuncia: es lo más conseguido de todo este producto, y tiene cien veces más ritmo que el filme. Supongo que sólo pretendían introducir con engaños al mayor número de espectadores posible en los cines de todo el mundo antes de que se descubriera el pastel.
Si a alguien no le gustó ya ni siquiera el trailer –como me pasó a mí-, que no se deje convencer para ver la película. Sí, por si todavía no lo he dicho suficientemente claro, es muy mala.
En cuanto al huevo y la gallina, si ésta es la explicación “huevo” podríamos decir que la explicación “gallina” es que la productora tenía millones de dólares con los que no sabía que hacer y un contrato que obligaba a Brad Pitt a hacer la película que ellos decidieran. La palabra venganza podría incluirse en algún momento.
...lo irónico del cine es, qe las reseñas más geniales nacen de los filmes más mediocres. xDDD
...gran reseña la tuya, hombre, qe esta película la qité a los veinte minutos de haber iniciado (y me pareció demasiado tiempo).
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