La espada salvaje de Conan: La fuente de Umir
Reseña del cuadragésimo sexto tomo de la reedición de Planeta DeAgostini
En este volumen nos encontramos con tres historias largas, de cincuenta páginas, que responden a los cambios de organización que hubo en la colección original de La espada salvaje de Conan. Los guionistas de cabecera se mantienen y no hay grandes cambios en cuanto a ilustradores, pero sí se percibe un enfoque más adulto en las tramas y cómo se plasman.
Comenzamos con La Estrella de Thamazhu, que cuenta con guión de Larry Yakata e ilustraciones de Pablo Marcos. Es una historia laberíntica pero que termina casi encajando a la perfección: tan solo queda un pequeño cabo suelto con uno de los personajes, el colorido jorobado que se apega a Conan. En ella nos encontramos siguiendo los pasos del cimerio, quien, tras trabajar en una mina (habría que saber por qué demonios) y merodear por los bajos fondos, termina por verse enemistado con una orden de siniestros asesinos y mezclado en una intriga palaciega.
Los elementos sobrenaturales están bien introducidos en la trama y responden a las ideas de horror cósmico que desarrolló Howard en la obra original. También se aprecia un deseo de dar más profundidad al bárbaro y, globalmente, queda una historia muy entretenida. Los lápices de Pablo Marcos, además, trabajan muy bien el lado sensual de la trama.
La segunda que nos presenta Larry Yakata, esta vez con un apartado gráfico igualmente acertado de Rudy Nebres, se titula La fuente de Umir y en ella el guión se deja llevar por un humor sardónico que funciona bien. Nos encontramos a un Conan extremadamente fanfarrón que llega a una región semita donde se desarrolla un conflicto entre la autoridad local y un profeta que está movilizando a los pobres contra los aristócratas. Los paralelismos con Judea son más que evidentes.
El desarrollo de la historia sorprende, en un primer lugar por la actitud de Conan, que navega sin remordimientos entre dos aguas haciéndose con todo el oro y las mujeres que puede, y en segundo lugar por el análisis del conflicto, descarnado, que termina por hacer Yakata: bajo las aparentes (o nominales) buenas voluntades de unos y otros no hay más que violencia y explotación. Un trasfondo más adulto que separa la narración de la mera aventura para buscar un mayor calado con bastante acierto.
Como cierre, disfrutamos de una nueva historia larga de Don Kraar, quien ha hecho los deberes y se cuida de que la ambientación sea genuinamente de la Era Hiboria... al menos hasta cierto punto porque, en el fondo, nos está contando una historia de bandas, aunque estas no se dediquen a la heroína ni a la cocaína ni a otros derivados, como ocurría en los '80, sino a Las flores del loto negro.
De nuevo es una historia que sorprende por la actitud de Conan, que resulta misteriosa hasta que una analepsis nos lleva a ver cómo sus colegas piratas están siendo retenidos como rehenes tras un naufragio. Hay algunos detalles en la presentación del culto de Set que podrían haberse pulido, pero esta aventura de Conan como justiciero antidroga está muy bien montada y se disfruta mucho con el arte de Ernie Chan: es dinámica, el guión está muy bien medido y el final es apoteósico, apurando hasta el último minuto (viñeta).
En definitiva, La espada salvaje de Conan: La fuente de Umir encarna bien el nuevo rumbo de la colección, más madura en cuanto al trasfondo de las historias, en ajuste respecto a la ambientación hiboria y más adulta en cuanto a las representaciones gráficas de violencia y sexo, siempre, por supuesto, según los estándares de la época.
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