La espada salvaje de Conan: De regreso a casa
Reseña del cuadragésimo quinto tomo de la reedición de Planeta DeAgostini
En este volumen Larry Yakata continúa a las riendas de la colección, pero también tenemos por fin a Don Kraar al guión de una historia larga. Después de haber disfrutado de sus tremendas píldoras en distancias cortas durante unos cuantos números, era una cita que esperaba con impaciencia. Pero vayamos por orden.
Abrimos el tomo con El valle de las sombras ululantes, con guión de Larry Yakata e ilustraciones de Gary Kwapisz. Es una historia muy del guionista, algo enrevesada en su desarrollo y con fuertes influencias mitológicas y, en este caso, artísticas, puesto que algunas escenas parecen sacadas de los cuadros del Bosco.
La trama es algo laberíntica, lo que en realidad sienta bien a la estética onírica del desarrollo. Conan se encuentra huyendo tras haber arrebatado un cáliz de oro a unos montañeses y da con sus huesos en un pueblo de lo más inquietante donde las riquezas parecen abundar tanto como los tipos que parecen la muerte encarnada y donde corre con alegría un licor que hace pensar a esas drogas que tantos estragos causaron en la segunda mitad del siglo XX. Tras seducir a la bella del lugar el cimerio se encontrará abocado a la exploración de un valle que parece ser el origen de todas estas particularidades. El escenario es muy sugerente, los encuentros mantienen la tensión y las ideas de fondo son muy potentes y más ambiciosas de lo que suelen incluir los cómics del bárbaro, pero, como decía, el desarrollo deja esa sensación de encaje irregular que también es marca de Yakata.
En Alquimia, la historia corta que completa esta primera parte, Don Kraar se complica mucho menos la vida: un Conan enfurecido se enfrenta al traicionero alquimista que le ha contratado para conseguir un elixir con el que completar sus experimentos de transmutación. La avaricia rompe el saco y el cimerio, la cabeza de los que se la intentan jugar. Un Tony Salmons que, lo reconozco, no es santo de mi devoción, se encarga del apartado gráfico, en el que priman blancos de ausencia.
Como cierre, la esperada (y ambiciosa) historia de Don Kraar: De regreso a casa. Y la sensación es agridulce. En sí es magnífica y el desarrollo es impecable, con la salvedad de que no termina de encajar con el trasfondo de Conan, ni en el escenario (la era Hiboria), ni en los personajes que participan. Es algo más que encontrar chocante descubrir que el cimerio tiene una hermana (lo que sería plausible) o el destino de sus padres (algo osado): el tema es que el retrato que se hace de Cimeria es más cercano a un escenario medieval gaélico.
De hecho, creo que toda la historia encajaría mejor con este enfoque: el de una balada épica gaélica, ambientada en Irlanda o en Escocia (influencia que se justifica con el propio nombre de Conan), donde los pactos de hospitalidad, las jaurías de perros para las cacerías siniestras, las maldiciones y las brujas domésticas, las competiciones de lanzamientos de hacha en los banquetes y, así en general, el ambiente de explotación de campesinos por aristócratas parecen más propios.
Una vez superada la impresión que causa esta incongruencia, la historia se disfruta por completo. De hecho, pone de relieve la cuestión del abuso por aparente obligatoriedad de usar a Conan para todo. El apartado gráfico, que corre a cuenta de Ernie Chan, cumple a la perfección. En esta ocasión, no obstante, me hubiera quedado con la ilustración de Joe Jusko para la cubierta del tomo.
Así, en conjunto, La espada salvaje de Conan: De regreso a casa es una etapa rara dentro de esta colección. Satisfactoria en muchos aspectos, deja cuestiones en el aire por otro lado. En cualquier caso, he disfrutado mucho con su lectura.
- Inicie sesión para enviar comentarios