La espada salvaje de Conan: La búsqueda del cambiante
Reseña del vigésimo quinto volumen reeditado por Planeta DeAgostini
Este tomo de La espada salvaje de Conan es mucho más variado que el anterior tanto en los guiones como en el apartado gráfico: salvo la repetición de Michael Fleisher como guionista, todos los artistas cambian pero, por fortuna, la calidad es constante.
Arranca el volumen con la historia que le da nombre: La búsqueda del cambiante, escrita por el citado Michael Fleisher e ilustrada por un competente John Buscema al que el guión le permite sacar toda una panoplia de monstruos, guerreros y escenarios (incluido un harén en el que se nota que decidió pasar bastante tiempo, con buenos resultados). De hecho, al principio, da la impresión de que ese va a ser el punto débil. Tras un encuentro fortuito y una promesa, Conan se ve acompañando a un tipo afectado por una sutil dolencia... extraña tarea a la que arrastra a una tabernaria dama de compañía de un modo gratuito. El cierre, inesperado hasta cierto punto, salva los platos dándole otro sentido a la historia y dejando con un buen sabor de boca al lector. Seguramente se podría haber medido mejor la presentación, pero la historia es satisfactoria.
Con La dama de las nieves plateadas está mucho más claro por qué Conan se embarca, de nuevo, en hacer de guardaespaldas, esta vez de una misteriosa dama tras cuyos pasos va nada menos que Thoth-Amon porque es nada menos que... una diosa. Por si acaso, Chris Claremont se cubre las espaldas con un juramento de sangre y un magnífico ilustrador: Val Mayerik, cuyas lúgubres ilustraciones resultan de lo más sugerentes a pesar de los peinados de algunos personajes y un menor dinamismo que el de los dibujos de Buscema. Es una historia que tiene un tono más adulto y un desarrollo meramente lineal, pero que seduce por su estética.
Para el cierre vuelve Michael Fleisher con El templo del ser con doce ojos, para el cual cuenta con los lápices de Alfredo Alcalá, quien adjudica una amante a Conan con el peinado de Leia Organa. Más allá de la curiosidad estética, la verdad es que se desenvuelve bien en la concatenación de escenas de acción que se duplican al optar Fleisher por buscarle al cimerio un enemigo de su talla: un pirata que también se resiste a morir y que anda obsesionado con vengarse del que le ha robado (literalmente) al alter ego la princesa Leia. Búsquedas de tesoros, duelos, tempestades, monstruos marinos, guardias que van a la caza de proscritos, templos malditos... la historia tiene todo lo que se puede pedir a una de espada y brujería con el añadido de ese enemigo carismático al que, por una vez, se le da tiempo para desarrollarse.
En conjunto, aunque no haya ninguna historia de las que han marcado el género, estamos ante un volumen de innegable calidad, bastante diferente en las propuestas (sobre todo en el apartado gráfico), algo bastante meritorio si tenemos en cuenta que ya se habían escrito más de setenta sobre el personaje ¡solo en esta colección!
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