El sabueso de los Baskerville
Reseña de la novela de Arthur Conan Doyle protagonizada por Sherlock Holmes
Después de haber ido reseñando en el blog Micromanías los relatos cortos de Arthur Conan Doyle dedicados a su detective Sherlock Holmes, me tocaba por fin abordar la lectura de El sabueso de los Baskerville (o El perro de los Baskerville, según ciertas traducciones) y lo hacía, lo confieso, con algún temor.
Esta fue la primera historia que leí del detective, y también la primera que vi adaptada a la pequeña pantalla. Me había marcado desde mi más tierna infancia por su relación con los monstruos y, sin duda, para mí era la gran obra de Arthur Conan Doyle, su mejor creación. En mi recuerdo. Ahora tocaba leerla y además en inglés, y con la perspectiva de haber abordado el personaje de un modo cronológico. El resultado ha sido muy positivo.
Para mí, El sabueso de los Baskerville sigue siendo no solo la mejor obra dedicada a Sherlock Holmes, sino también una de las mejores novelas de género fosco del siglo XIX. Desde mi punto de vista, está muy por encima de Estudio en escarlata en varios sentidos.
En primer lugar, es una cuestión de estructura. El sabueso de los Baskerville funciona como un mecanismo de relojería: la tensión está muy bien distribuida, el misterio avanza al mismo ritmo que el lector y este tiene los suficientes elementos como para, una vez revelado el percal, no sentirse manipulado. En los relatos cortos, rara vez tiene Arthur Conan Doyle el espacio necesario para plantear las suficientes pistas para que el lector avance hipótesis sólidas por su cuenta.
La ambientación, por su parte, es magnífica. Es evidente que aquí hay un elemento subjetivo; por mi parte, encuentro más sugerentes sus relatos emparentados con el género gótico, relación que aquí es más que evidente. Y no es solo una cuestión de pantanos, viejos castillos y perros negros que aparecen como un augurio de muerte, sino del trasfondo familiar atormentado tan propio de este género.
En cierta manera, de hecho, se adscribe al mismo, del mismo modo que lo hace también a la tradición folclórica británica. Se podría haber incluido otra criatura aterradora, otro mecanismo para realizar los crímenes, pero el uso que se hace del perro negro es soberbio no solo por la propia imagen generada, sino por las sublecturas que brinda dentro del contexto de la obra. El equilibrio entre modernidad y fuentes tradicionales es perfecto.
En cuanto a la paradoja de la ausencia de Holmes durante buena parte de la obra, responde también al punto de madurez dentro de la trayectoria del personaje. Los lectores lo conocen ya tan bien (y el autor está ya tan cansado de tenerlo al lado) que se puede permitir dejarlo como una sombra sobre la historia y que resulte, sin lugar a duda, genuinamente holmesiana.
En definitiva, El sabueso de los Baskerville es una obra maestra que bien merece ser leída de nuevo, disfrutada con una mayor profundidad. A mí, desde luego, no me ha decepcionado un ápice. Bien al contrario, me ha mostrado nuevos matices, ahora que tengo más cultura y lecturas a mis espaldas, que me han resultado formidables.
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