Luces del Norte
Reseña de la novela de Philip Pullman publicada por Ediciones B
También publicada bajo el título de La brújula dorada, se trata de la primera novela de la saga de La materia oscura. No obstante, y aunque su último capítulo deja bien claro que se trata de un preludio, se puede leer de un modo independiente porque el arco argumental que incluye está completo y cerrado. Se trata, también, de una novela algo peculiar. En apariencia destinada al público juvenil e incluso adecuada en algunos aspectos para el infantil de mayor edad, tiene muchos matices que son difíciles de apreciar a determinadas edades, como he podido comprobar en esta relectura.
Hay que señalar que se trata, en principio, de una historia claramente fantástica, pero el enfoque de este mundo paralelo está tan cuidado y racionalizado que es deudora en buena medida, a mi parecer, de la ciencia ficción. Por un lado, empuja a ello el que en el centro de la trama encontremos a eruditos y científicos de distintos tipos: profesores, investigadores, exploradores con las connotaciones decimonónicas del término, incluso teólogos... porque el centro de la trama tiene que ver con las almas, y en concreto con su relación con uno de los elementos que dejan claro que estamos en un mundo paralelo: los daimonions.
Estos son como una extensión de la propia persona y cada ser humano nace con una criatura así ligada indisolublemente a sí mismo. Esta puede cambiar de forma durante años, pero poco a poco se asienta con la forma de un animal concreto que refleja el carácter de su humano. Hay que señalar que hay otras criaturas inteligentes en Luces del Norte, pero carecen de daimonion. Toda la historia gira, de hecho, en torno a siniestros experimentos que alguien está realizando para explorar este extraño y único vínculo anímico entre daimonions y humanos.
La idea es francamente original y sugerente y Phillip Pullman la trata con gran acierto, trascendiendo el mero elemento estético, que sin duda es muy fuerte, para ahondar en las connotaciones filosóficas. Esto hace que la novela, que no deja de ser un viaje iniciático, adquiera dimensiones adicionales que se complementan muy bien con lo que es la propia trama, ya de por sí muy bien hilada y rica en matices y personajes memorables. Las lecturas que se pueden extraer de la misma es lo que hace que, en el fondo, la novela parezca más dirigida a un público adulto, a pesar de las primeras apariencias. Desde luego, hay pasajes de extrema crueldad que adquieren toda su dimensión con una cierta perspectiva vital.
En cuanto al escenario, es también de una gran riqueza. Da la impresión de que nos encontramos a finales de un siglo XIX alternativo, con sus propias fuentes de energía y sus particularidades “físicas” (existen lo que parecen objetos mágicos y seres con acceso a la hechicería), pero con muchas referencias directas a nuestra historia o apenas matizadas, como los gitanos (o giptanos, como aparece en mi edición, no sé muy bien por qué).
Con todos estos elementos, Luces del Norte es una novela fascinante y un arranque muy prometedor de la saga de La materia oscura. Quizás su mayor punto flaco es estar situada en tierra de nadie. O puede que eso sea en sí una fortaleza, pues obliga al lector, ya de entrada, a ponerse en cuestión. Una buena opción para quien busque aventuras fantásticas atípicas y con calado.
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