Barragoon
Reseña del juego de estrategia de Robert Witter y Frank Warneke
Siguiendo la estela del ajedrez, Barragoon es un juego de estrategia más bien abstracto en el que tenemos que dominar el tablero haciendo uso de siete peones con los que podremos comernos las piezas del adversario o los “barragoones” que dan título al juego, una suerte de barreras que mediatizan el movimiento de todas las piezas. El objetivo: dejar al adversario sin peones o sin la posibilidad de mover ninguno de los que le quedan.
Estos son de tres tipos (dos, tres y cuatro puntos) y su movimiento es sencillo: solo se puede realizar hasta un giro de 90 grados y moverlos tantas casillas como puntos tienen (con la posibilidad de acabar sobre un peón enemigo o un barragoon y comérnoslo) o una casilla menos de los puntos que marquen (sin posibilidad de comerse a nadie). Aquí la única enmienda que se me ocurre: hubiera quedado el juego aún más vistoso si esta información, los puntos, se incluyera en la propia forma del peón, quizás en función de las aristas.
Si uno de nuestros peones se come un barragoon, lo reubica en el tablero donde desee mostrando la cara de su elección. Si se come un peón enemigo, ambos contendientes colocarán un barragoon en el tablero. A través de estos, hay que notar, solo es posible pasar obedeciendo la dirección de las flechas. Por encima de los peones propios o ajenos no se puede cruzar. Una reglas francamente sencillas que, por supuesto, dan mucho más juego de lo que pudiera parecer a priori, sobre todo dependiendo de la persona que tienes delante.
Como suele ocurrir en los juegos que no tienen una narrativa, en Barragoon cuesta arrancar al principio. Se tantean los movimientos sin saber muy bien cómo armar una estrategia. Poco a poco, no obstante, se va entendiendo el potencial de las distintas piezas y adaptando el juego a este. Unas tienen más alcance, pero es más fácil bloquearlas, mientras que otras son más lentas, pero más versátiles. Los peones de dos puntos son los más especiales y los que terminan articulando, en mi experiencia, todas las maniobras, y por ello tienen un limitación adicional: no se pueden comer a los barragoones de múltiples giros.
La propia idea de los barragoones es muy ingeniosa. Tenemos media docena desplegados como obstáculos desde el principio y la lucha se desata por recolocarlos de tal manera que perjudiquemos al contrario. En las primeras partidas se recurre mucho a la X, que simplemente evita que se pueda pasar por encima de ellos, pero con el tiempo se le saca punta a la estrategia y los giros obligatorios nos brindan oportunidades adicionales. Las posibilidades, como decíamos, son más de las que parecen y dan lugar a interesantes despliegues tácticos.
Hay que notar que el factor azar es casi inexistente (lo es, de hecho, si no se sortea quién empieza con blancas) y la mecánica de juego es muy elegante. Es, por tanto, un juego destinado a aquellos que disfrutan con los problemas de táctica y de visión espacial. La edición que he probado (creo que de momento solo hay una) resulta muy agradable e intuitiva: las piezas están realizadas en madera y tienen un tacto muy agradable, con notas clásicas que casan muy bien con el concepto. El reglamento viene, además, en media docena de idiomas.
En definitiva, Barragoon es un juego que bien podría convertirse en un clásico y, en cualquier caso, es todo un desafío. La limpieza de su mecánica hace que no sea difícil de aprender los rudimentos en unos minutos, pero apunta a que harán falta muchas partidas para dominarlo por completo, algo a tener en cuenta cuando se inicie a un nuevo jugador.
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