La conciencia vengadora
Reseña de la película de D.W. Griffith homenaje a la obra de Edgar Allan Poe
Realizada en 1914, La conciencia vengadora o vengativa (The avenging conscience, en el original) es un pequeño desaguisado realizado por D.W. Griffith e inspirado en dos obras de Edgar Allan Poe: el poema Annabel Lee y el relato El corazón delator. No es una adaptación propiamente dicha de estas, aunque tome elementos de las mismas, sino una especie de homenaje abierto. De hecho, en el metraje no solo se nombra a Poe, sino que se muestra a los personajes leyendo sus obras.
Me temo, no obstante, que dicho homenaje no hace justicia a las obras originales. Toda la fuerza que tiene en su perturbadora sencillez El corazón delator aquí se dilata y pierde por introducir una historia de amor que quizás fue más del gusto de los espectadores, pero que roba la crudeza a la historia: ya no existe ese impulso homicida injustificado que tan aterrador resulta, sino que hay un motivo detrás, uno bastante endeble, por cierto: que el amante tío (tuerto, para que se le identifique con el viejo del relato) se opone a la relación del protagonista con Annabel Lee.
Los elementos accesorios de la trama hunden su potencia narrativa por la nefasta comparación a la que nos aboca el homenaje. Además de haber un (mal) motivo para el asesinato, Griffith incluye a un testigo que se convierte en cómplice y, después de un interludio sobre el arrepentimiento y el mandamiento de rigor (No matarás), nos conduce a un final en el que volvemos a El corazón delator pero sin el impulso necesario, puesto que el ambiente opresivo de la casa se ha abierto demasiado. Tanto, de hecho, que la cosa termina con un tiroteo propio de una película de vaqueros.
Sin embargo, a pesar de estos patinazos en cuanto a guiños y adaptaciones, La conciencia vengativa funciona bien para la época y tiene sus aciertos dentro de los claroscuros. Por ejemplo, la vesania del protagonista tiene su reflejo en la aparición de unos gules tan sugerentes como inesperados e innecesarios. El uso de los efectos especiales, por su parte, resulta muy acertado gracias a una contención que no tiene el resto del guión: la locura del personaje se muestra antes del delirio absoluto con la aparición espectral del tío asesinado mediante un efecto de superposición más tétrico de lo que suele resultar la técnica.
El final (ay, el final) termina de dinamitar una trama precaria con el recurso narrativo más manido y poco eficaz de la historia. ¡Todo fue un sueño! Apuntalada la moralina de la historia, que casi es lo más turbio de toda la relación, nos queda una película que resulta curiosa, que sin duda hizo una buena aportación al cine de terror al incidir en el lado psicopático del ser humano, que tiene escenas muy conseguidas, pero que difícilmente mantendrá la atención del espectador a lo largo del metraje a pesar de las actuaciones del reparto, que están muy conseguidas dentro de ese toque algo excesivo del cine mudo.
En definitiva, La conciencia vengadora es una curiosidad interesante para quienes disfruten ahondando en estas películas del pasado.
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