Sufragistas
Reseña de la película de Sarah Gavron y Abi Morgan
La intensidad de este episodio histórico es tal que Sufragistas puede permitirse un tono casi documental y, al mismo tiempo, resultar épica, estremecedora y emocionante a partes iguales. En contraposición a los fuegos artificiales que se despliegan para narrar cualquier banalidad, la película opta por un tono sobrio y sosegado que absorbe y transporta, que embriaga de tal modo que, llegados al dramático desenlace, es imposible no sentirse quebrado. No se trata solo de la calidad de las interpretaciones, que es magnífica, sino del enfoque, que tampoco podría ser más acertado: la visión del sufragismo desde la perspectiva humana de a pie de calle le da una dimensión apabullante.
El tema que trata la película debería ser de sobra conocido, pero me temo que muchas de sus protagonistas resultarán desconocidas para el gran público, tanto como los eventos en torno a los que se articula la trama, por mucho que hayan sido claves en el movimiento. Resulta absurdo pensar en spoilers cuando hablamos de una de las luchas fundamentales por la libertad que ha enarbolado nuestra civilización: la de la conquista de un auténtico sufragio universal. No obstante, hay que aceptarlo. Por eso mismo, películas como esta deberían ser auténticos referentes, ya que aúna calidad cinematográfica, buen gusto a la hora de abordar un tema que, desgraciadamente, daba para lo escabroso y lo sensacionalista, y una narrativa tan eficaz como asequible.
La trama se centra en las vivencias de una trabajadora textil que sobrevive en la Inglaterra industrializada compaginando un duro trabajo en una empresa de limpieza con la maternidad. Sin ser ajena a la cruda realidad socioeconómica en la que malvive, se conforma con disfrutar de su existencia junto a su marido y su hijo hasta que entra en contacto, de un modo casi casual, con un grupo de sufragistas. Aunque al principio no quiere verse mezclada con ellas, poco a poco se rinde a la evidencia: su lucha tiene sentido, responde a unos derechos legítimos y a unas necesidades reales.
Por supuesto, en la época no existían las libertades políticas tal y como las conocemos ahora (aun en plena recesión de las mismas) y las sufragistas eran consideradas, como poco, agitadoras; en muchos casos, directamente como terroristas. Si bien en la película ya se ven ejemplos de esta hostilidad por parte de los poderes establecidos y de la sociedad en general, aunque parezca mentira todavía quedan en el tintero muchas aberraciones cometidas contra las mujeres en general y el colectivo sufragista en particular.
La pregunta que uno no puede evitar hacerse durante el visionado de Sufragistas es ¿hasta qué extremos van a llegar? Solo la gran capacidad narrativa de la película hace que el espectáculo de represión desbocada, de negación cerril, de violencia y odio al que se contrapone una tenacidad admirable sea aceptable. Duro, pero aceptable. Necesario incluso porque buena parte de la problemática venía de las burbujas de cristal en las que vivía buena parte de la sociedad, de esa ley del silencio, del mirar para otro lado.
Sufragistas no edulcora nada. Tampoco se recrea en el dolor. Más bien es un desgarrador canto de esperanza, un recordatorio de que los cambios son posibles, de que hemos dejado heroínas por el camino que bien merecen un tributo. Particularmente complicadas eran las escenas que implicaban a los hombres, sobre todo aquellos que aun amando a sus mujeres no fueron capaces ya no de hacer suya la lucha, sino de abstraerse a las presiones sociales. La resolución es fantástica y huye de anacronismos que hubieran perjudicado la verosimilitud en aras de conectar con los gustos y las mentalidades contemporáneas. Pocas veces se transmite la complejidad y la fragilidad del ser humano como a través de personajes como los retratados en el matrimonio Ellyn.
En definitiva, Sufragistas es una película que merece la pena tanto para los amantes de la Historia como para aquellos que sueñan con la libertad. Todo un tributo a una lucha por los derechos más fundamentales.
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