Las memorias del Mediterráneo
Reseña de la obra de Fernand Braudel publicada por Livre de Poche
Esta es una obra peculiar. En primer lugar, porque Fernand Braudel no es especialista en Historia Antigua y Prehistoria, sino en periodos posteriores, por lo que resulta atípico verle a la cabeza de una obra así, aunque todo gire en torno al Mediterráneo, que sí es un terreno que conoce muy bien. En segundo lugar, porque fue realizada para una colección que no llegó a ver la luz, como un primer episodio, lo que marca en cierto modo la exposición. Dado que entre la cancelación del proyecto y la publicación de este libro pasaron décadas, se recurrió a dos especialistas para actualizarlo: Jean Guilaine y Pierre Rouillard.
Cuando se conocen estos detalles, uno no puede dejar de preguntarse qué pudo motivar a la publicación de Las memorias del Mediterráneo (Les Mémoires de la Méditerranée en el original), por qué fue rescatado del olvido, sobre todo a título póstumo. La respuesta es inmediata en cuanto se comienza su lectura: Fernand Braudel se revela un comunicador de primer orden. Con un estilo sencillo y conciso, consigue transportarnos a los distintos escenarios y hacerlos vívidos a pesar del tiempo y la distancia. Esto explica también que Guilaine y Rouillard hayan optado por no tocar el texto original, que se hayan limitado a introducir notas al pie de página para actualizar informaciones o enmendar errores.
Durante sus más de 500 páginas, Las memorias del Mediterráneo nos presentan una ambiciosa panorámica de las tierras situadas en torno a este mar desde la prehistoria hasta el Imperio Romano. Es un lapso temporal impresionante, en el cual, además, hay todavía lagunas considerables. Sin embargo, el autor consigue ir hilando épocas, pueblos, colonias, hitos, desarrollos, tecnologías, mercados, comunicaciones, culturas, materias primas... hasta entretejer un tapiz rico y revelador que ayuda a entender la realidad compleja de este espacio geográfico.
El mar Mediterráneo se revela así no un mero accidente geográfico, a veces considerado una vía de comunicación privilegiada, otras un obstáculo ominoso, casi mitológico, sino un elemento clave en el desarrollo de las civilizaciones de la Antigüedad y la protohistoria. Entre estas, el mayor protagonismo lo tienen las enclavadas en la rivera oriental, quizás por existir en la época todavía menos información de pueblos occidentales como los etruscos, los ligures, los tartesos o los íberos. Del mismo modo, la franja africana sigue algo oculta bajo la impresionante sombra de Egipto y Cartago: apenas algunas pinceladas de libios y númidas.
Hacia el final de la obra, el tono es menos evocador y se vuelve algo más técnico. La cultura grecolatina, quizás por haber dejado más trazas escritas, exige una concreción que choca en algo con el desarrollo más generalista de los primeros capítulos. Personalmente, creo que es un enfoque menos acertado: por su propia naturaleza, es imposible que una obra como Las memorias del Mediterráneo sea exhaustiva, por lo que hubiera sido preferible mantenerla en el espacio evocador y general.
En cualquier caso, no son grandes aristas. Las memorias del Mediterráneo es una obra apasionante, de las que enganchan y hacen volar la imaginación. No conocía a Fernand Braudel, pero, sin duda, buscaré alguno más de sus trabajos.
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