Voodoo Child

Imagen de Anne Bonny

Reseña de este cómic de Panini concebido por Weston y Nicolas Cage, y que cuenta con guión de Mike Carey, dibujo de Dean Ruben Hyrapiet, color de S. Sundarakannan y portadas del reconocido Ben Templesmith

Del sello Virgin Comics y de la mano de Panini nos llega a España una propuesta que, sin duda, levantará suspicacias... hasta que empiece su lectura. Efectivamente, encontrarse con un cómic concebido por un actor de Hollywood (Nicolas Cage) en colaboración con su hijo (Weston) suscita, en un primer momento, la desconfianza. Hay que reconocer que los americanos hacen bien las cosas y ya las portadas de Ben Templesmith constituyen un buen anzuelo incluso para los escépticos. Una vez has comenzado la lectura del tomo (Panini ha recogido en un volumen único los seis números de la miniserie original) das gracias porque un proyecto tan interesante haya tenido la suerte de contar con un equipo técnico detrás a la altura.

 

La idea planteada por los Cage es francamente interesante: sin abandonar del todo el concepto superheroico que tanto triunfa, pero sin cortarse a la hora de darle una nueva dimensión (como la advertencia sugested for mature readers de las portadas americanas pone de manifiesto), en Voodoo Child nos plantean una historia mucho más original de lo que en principio se sospecha. Sí, se trata de un vengador con poderes sobrenaturales que desfila por la línea entre el monstruo y el superhéroe, pero tiene algo más: un trasfondo rico como la propia cultura de la que bebe.

 

El primer gran acierto de la colección es ése, el escenario. Tenemos la Nueva Orleans de después del huracán Katrina, un escenario ideal para ambientar una historia oscura si se hace con valor... y los Cage se lo permiten, como constatamos a través de algunos comentarios sobre políticos reales que aparecen en boca de sus personajes. Y ése es un punto muy importante, porque el telón de fondo de la historia adquiere mucha consistencia, y se hace terriblemente creíble. El motor de la trama, además, alcanza una dimensión apabullante gracias a ese realismo: cuando se habla de la desaparición de jóvenes negras de familias pobres aprovechando el caos de esos días de catástrofe uno sospecha lo peor, y no es precisamente un grupo de tipos en mallas en un laboratorio lleno de máquinas extrañas.

 

El darle este toque de novela negra permite entretejer la historia desde dos ángulos igualmente interesantes, el del “protagonista” -el niño vudú- y el de los inspectores de la policía. El desarrollo de la historia gana así mucho en agilidad y ritmo, y te engancha de tal modo que es fácil leerse el tomo de una sentada.

 

Hay que decir también que el escenario de la Nueva Orleans en reconstrucción no se queda en una simple excusa para presentar un terreno convulso y, hasta cierto punto, sin ley, sino que trasciende dentro de la historia como un personaje propio. Desde el origen del personaje principal, del que disfrutamos un flashback ambientado justo antes del estallido de la Guerra de Secesión, hasta su propio esencia: Voodoo Child quiere decir, literalmente, Niño Vudú, y es que vudú hay un rato largo en la historia.

 

Sobre las localizaciones que vemos en el cómic poco puedo comentar -no he tenido el privilegio de visitar la zona-, pero sobre el trasfondo vudú, aun con mi limitada experiencia, algo sí. Y creo que su uso como motor de la historia es muy inteligente, pues da una dimensión inquietante y profunda al personaje, presente tanto en su propio desarrollo como en las reflexiones que hace o suscita, y que se alejan de los maniqueísmos de esas latitudes a los que estamos acostumbrados sin caer tampoco en excesos.

 

Una elección que sin duda ha sido arriesgada, y que Panini ha mantenido a pesar del problema “técnico” que habrá supuesto para los traductores, es el uso de patois en los textos. Herencia de las relaciones entre marineros de distintas nacionalidades en el Nuevo Mundo, surgieron una serie de chapurriados que mezclaban las lenguas principales con palabras de otras. Patois se llama a ciertos dialectos con predominancia del francés, y que, como es natural, estarían presentes en los habitantes de Nueva Orleans, sobre todo en los del siglo XIX. Creo que es algo que da mucho color a los personajes, sobre todo entremezclado con los episodios de vudú y de cultura criolla en general.

 

El apartado gráfico tampoco teme seguir la estela marcada por el argumento y el guión, y nos encontraremos con viñetas bien cargadas, llenas de oscuridad y juegos de luces, y perspectivas que marcan un ritmo sostenido. Las incursiones en el mundo de sombras de Samedi, el barón de los osarios, añadirán también un toque onírico muy adecuado y sugerente. En ocasiones, las páginas llegarán a resultar abigarradas, pero sin duda trasmiten muy bien el aspecto sobrenatural y oscuro que prima en la obra sin excesos de barroquismo.

 

La edición realizada por Panini da todo el espacio necesario a estas páginas, enmarcándolas en una cuidada cubierta de tapa dura. Además, se incluyen como extras las portadas originales de cada número, así como una introducción muy recomendable por parte de los Cage y un epílogo no menos interesante del guionista Mike Carey. Algunas ilustraciones extra terminan de rematar la faena con un resultado encomiable.

 

Así, en definitiva, tenemos una obra que navega con acierto entre la tradición superheroica americana -explorando al mismo tiempo el lado terror sin caer en lo grotesco- y la novela negra o policíaca, y que, gracias al buen uso del escenario y del trasfondo de tradición vudú (su cultura, en definitiva), termina despuntando como una obra interesante y original, y que cumple con las arriesgadas premisas que planteaba sobradamente.

Espacio patrocinado por

Nocte - Asociación Española de Escritores de Terror

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