La expedición: El león de Nubia
Reseña del cómic de Marazano y Frusin publicado por Diábolo Ediciones
La expedición: El león de Nubia recoge los primeros compases de un viaje de iniciación que es doble. Por una parte, está el viaje que atañe a los propios protagonistas de la obra, que no es solo un viaje físico sino una iniciación a un mundo ignoto. Por otra parte, en paralelo, el lector descubre rincones oscuros de la Antigüedad que a veces han quedado relegados al olvido por la visión eurocentrista que hemos tenido de la Historia.
Esta recuperación, no obstante, no es académica ni política. La expedición: El león de Nubia es un cómic de aventuras históricas narrado en una clave que casi podría considerarse de espada y brujería, salvo porque el elemento fantástico que produce la fascinación ha sido sustituido por realidades históricas que resultan no menos sorprendentes ni sugerentes. En este sentido, resulta de vital importancia la elección de los escenarios. Por ejemplo, el arranque desde el Egipto ocupado por Roma no es casual. Ya en la propia Antigüedad, este imperio que ya era viejo cuando nuevas potencias nacían, como las helenas o la misma Roma, suscitaba todo tipo de cuestiones.
Una de las principales era qué se escondía más allá, al sur, pasadas las cataratas, y este es el leit motiv de la obra de Marazano y Frusin, el motor que organiza una trama de aventureros de mala catadura que se adentran en los secretos de África. El tono, como decía, es más pulp que purista, de tal manera que hay algunos pequeños anacronismos —los cristales de las ventanas del burdel de baja estofa, el diseño de las cantimploras— que no desmerecen junto a los impresionantes cuadros creados, como la tempestad de arena, la llegada del cadáver aguas abajo del Nilo, el enfrentamiento con las hienas o la inmersión en las misteriosas junglas del sur.
El propio desarrollo de la trama busca este vitalismo y agilidad. Los personajes se presentan sobre la marcha y se van caracterizando con grandes rasgos. Es la propia acción la que construye la historia, sin grandes incisos ni reflexiones. Todo este planteamiento viene apuntalado por un trabajo gráfico de gran calidad tanto en la presentación de los escenarios como en el tratamiento de los personajes, cuyas muecas dicen tanto o más que sus propias líneas de diálogo.
El resultado es un cómic muy sugerente en el que apenas se dan los primeros pasos de lo que apunta ser un viaje formidable. Una ocasión para descubrir algo más de la riqueza no solo material, sino también cultural, de un continente cuyos rincones quedaron olvidados durante siglos. El ritmo de timbales solo hace más sugerentes los misterios que encierra.
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