Los crímenes del monograma
Reseña de la novela de Sophie Hannah publicada por Espasa
Los crímenes del monograma venían presentados como un nuevo caso de Hércules Poirot, el famoso detective belga creado por Agatha Christie, y el cumplimiento de esta premisa es tanto el punto fuerte de la novela como su punto débil.
En efecto, Sophie Hannah hace un perfecto trabajo continuista, muy respetuoso con el original y capaz, al mismo tiempo, de captar la atención del lector con los guiños cómplices que cabía esperar. La elección de la prosa, los escenarios, el propio ritmo y estructura del misterio nos remiten al trabajo de la maestra del suspense, no como si fuera un guión a reproducir a rajatabla, pero sí una referencia tan intensa que ahoga cualquier giro inesperado.
Esta es un arma de doble filo. Por un lado, hay que poner un nivel de exigencia muy alto para sacarle las cosquillas a una novela que bien hubiera podido firmar la original. La recreación de la atmósfera funciona, los personajes son creíbles incluso los que vienen ya con un pasado de serie y, en conjunto, es fácil sumirse en esa placentera sensación de estar ante uno de los sugerentes casos de Poirot.
El reverso menos positivo es que, precisamente por eso, las aportaciones de la novela al universo ya conocido del personaje son muy limitadas, por no decir inexistentes. Sophie Hannah se ha esforzado tanto evitar las costuras que priva de cualquier evolución al personaje, al entorno, a la propia lógica de la saga. Así, la lectura es placentera pero se queda en el pasatiempo. Su valor literario, por el propio planteamiento, no puede ir más lejos.
Por supuesto, esto no es un defecto en sí, sino una elección creativa. Al lector le queda juzgar si es el tipo de narrativa que desea: no estamos ante un homenaje, sino frente a un episodio más, modesto, que engarzar en el tapiz para disfrutar un momento más del personaje.
Sobre el caso en sí que nos ocupa en Los crímenes del monograma, hay que señalar que es tan sugerente como equilibrado. Quizás peca en algún momento de buscar complicar la trama para estar a la altura, combinando misterio de habitación cerrada, pasados tenebrosos y líneas argumentales que, evidentemente, han de cruzarse, pero en ningún momento se llega a lastrar el ritmo o a despistar al lector. Huelga decir que hasta el final de la novela no se podrán encajar las piezas, como es habitual con Christie.
Cabe destacar la buena traducción de la edición de Espasa. Claudia Conde consigue lidiar con lo evidentes problemas lingüísticos inherentes a la investigación sin desvirtuar la trama, aunque el lector llegue a preguntarse si conseguirá salir con bien del berenjenal donde, inevitablemente, se ve metida.
En definitiva, Los crímenes del monograma es una buena novela de misterio. Sólida, bien desarrollada y respetuosa con las fuentes, quizás no satisfaga a los fans más acérrimos del personaje o a quienes busquen un trabajo osado, pero cumple largamente para los que disfrutamos con una investigación de la vieja escuela.
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