Gyo 1-2
Junji Ito vuelve a enamorarnos a base de horrores anticonstitucionales
Aún estábamos recuperándonos del bofetón que nos dio Black Paradox, la anterior obra de Junji Ito publicada hace unos meses por ECC, cuando los dos pequeños tomos de Gyo nos han pasado por encima. Y si los desmanes que provocaba aquella obra en mentes poco preparadas para semejante ataque eran graves, lo de Gyo ya es el acabose.
A lo largo de casi cuatrocientas páginas, el creador de Uzumaki narra cómo la tierra firme sufre la espantosa invasión de criaturas marinas de todo tipo que salen del mar gracias a unas patas mecánicas que las han poseído. Estos apéndices metálicos de oscuro origen, que están conectados a sus víctimas por medio de unos tubos que absorben los gases de estas, son la verdadera amenaza para la humanidad. Como ocurría con Black Paradox, intentar resumir la trama de Gyo es tan fútil como injusto: las verdaderas cualidades de Ito como autor vienen de su capacidad para levantar obras sin justificación racional, descabelladas, llenas de casualidades burdas y explicaciones peregrinas, pero rebosantes de una atmósfera adictiva, envolvente y nauseabunda. Si hay que dar a conocer Gyo, lo ideal no es explicar su argumento, sino enseñar alguna de sus páginas más horripilantes.
En Gyo hay espacio para todo: elementos siniestros, pesadillas escatológicas y ese humor tan particular del autor, que decide terminar la obra in media res, tal y como ocurre con los peores sueños, que concluyen de forma abrupta, sin explicaciones pertinentes, cuando tu subconsciente decide escapar de ahí.
Como ocurría con la otra obra editada por ECC, Gyo se completa con dos relatos cortos: La tragedia del pilar principal y El misterio de la falla de Amigara. Y, como los incluidos en Black Paradox, uno de ellos —el primero— es de corte cómico, una anécdota macabra sin mayor recorrido, mientras que el segundo es una estupenda obra de horror hipnótico, muy Ito, que remite al indescriptible terror lovecraftiano, aunque no haya Primigenios de por medio.
No queremos ahondar más en algo tan insondable como Gyo. No queremos devaluar una sorpresa tan agradable y asquerosa como esta. Garantizamos que su lectura hará que os sintáis sucios e impregnará vuestra pituitaria de olor a pescado en descomposición. Es el mejor elogio que podemos hacer de un trabajo semejante. Puaj, qué gustazo.
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