Revista Cthulhu 1
Reseña del primer número de esta revista de cómics y relatos de ficción oscura
Este año se ha lanzado la segunda edición del primer número de la Revista Cthulhu, una excusa perfecta para releerlo y dedicarle este pequeño artículo. Dentro del desolador panorama de la literatura y la creación de terror nacional en general, esta publicación lleva años desafiando al vacío estelar, y con mucho acierto. La receta, historietas cortas y relatos breves que abordan con estilos muy distintos el género, pero siempre con propuestas llenas de honestidad y pasión.
Arranca la revista con La lámina de la casa, una adaptación a cómic libre del relato de H.P. Lovecraft de la mano de Carlos Lamani. Su mayor encanto reside en la estética de época que logra captar, ya que la extensión, apenas tres páginas, no deja espacio para mucho más.
A continuación La plaga, de Elchinodepelocrespo y Karles Sellés, opta por una puesta en escena mucho más dinámica para montar un relato de estos que te dan ganas de rascarte. La trama es prácticamente inexistente, lo que no impide que la historieta transmita el horror y estremezca al lector.
Un nuevo cambio de tercio: Oscuridad, de Pepe Avilés, es una narración pausada que entronca con los horrores marinos de Hodgson. Se limita a mostrar a la bestia al acecho, el terror que infunde el océano como territorio en el que somos particularmente vulnerables, y con unos encuadres llenos de belleza estética resulta de lo más evocadora.
Toca el turno de la literatura y El atajo, de José María Tamparillas, nos pone los pelos como escarpias. Ilustrado por Carlos Lamani, es un sencillo relato de veranos tórridos y piques entre hermanos que no necesita ningún artificio para conmocionar al lector: le basta y le sobra con la habilidad del autor para hacer palpables a los protagonistas y un sentido del tempo, del momento de la revelación, muy bien medido.
El lado pulp tiene su representación en Jerome Delaquay, de Raule, Sagar y Sergi, una historieta que parece más una presentación de un universo que un cómic independiente. Dinámico, con mucho estilo en su apartado gráfico, preciso y peliculero en sus diálogos, se bebe de un trago como un buen chupito de tequila.
Después de Laura, de Pedro Aguayo, Serge Guinot y Rio, emprende precisamente la vía contraria: se trata de una narración pausada e intimista que juega con los conceptos de la condenación y la estética de lo macabro. Quizás le falte un punto de desarrollo para dejar más poso, pero en cualquier caso resulta una lectura entretenida.
El joven Lovecraft de José Oliver y Bartolo Torre Prats no necesita demasiada presentación. En las páginas de la Revista Cthulhu esta exitosa tira cómica que juega con las filias y fobias del escritor de Providence —y de aquellos que disfrutamos con su legado— ha tenido su hueco durante años. Un lujo disfrutar de su humor referencial.
Viaje al más allí, de Raule y Meritxell, es una propuesta llena de carácter que hará las delicias de los amantes de la fantasía oscura más timburtoniana. Con una alma de fábula y llena de elegancia poética, es una historieta para recrearse.
De corte mucho más clásico, Cortijo Jurado, de Álex Ogalla y Salvador López, nos presenta una intriga decimonónica con sus sacrificios rituales, sus maldiciones y sus aparecidos, toda la tramoya que tanto nos encanta a algunos. Quizás demasiado enfático en algunos momentos y algo precipitado en el guión, es una de las propuestas más ambiciosas de la revista. Muy a valorar.
Meyer el Brujo de Manuel Mota opta por el contrario por salirse del marco tradicional narrativo y arma una historia que se basa más en la evocación a través de la imagen. El resultado es muy sugerente y el brujo queda muy bien perfilado e imbricado en el escenario, además de brindarnos momentos mágicos, como la viñeta del nosferatu.
Por donde una vez pasó Poe, de José Oliver y Luis NCT, es un sencillo y elegante homenaje de una página al bostoniano. La historieta capta muy bien la poesía melancólica del autor. Para disfrutar con calma.
Ya encarando el tercio final, Bajo las sombras, de Kosta, se apoya en un efectivo blanco y negro crudo, lleno de contraste, para llevarnos al mundo en el que habitan los monstruos. Casi más que un relato, juega a la reflexión y tiene una cadencia de sortilegio que te transporta con eficacia al otro lado del espejo.
Como cierre, el portafolio de Los Cantos de Maldoror de Enrique Corominas, un broche con el que terminar de adornar una revista muy meritoria y que brindará un rato muy entretenido a los amantes de la fantasía oscura. Por el precio que tiene, 6 euros más o menos, brinda un contenido de gran calidad y un espacio en el que los autores pueden arriesgarse a explorar sendas de lo más interesantes.
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