La tienda vintage de Astor Place
Reseña de la novela de Stephanie Lehmann publicada por Maeva
«El pasado no se marcha del todo, sino que persiste. Se puede hasta tocar y ver sus restos; y en la medida en que perviven los recuerdos, el pasado es presente (…) El pasado continuaba en nuestra ropa, nuestras fotos, nuestros adornos, nuestra música, nuestro cine, nuestra palabra escrita…»
A pesar de que la democratización de la moda gracias a los grupos empresariales textiles —como Inditex— posibilitó la adquisición de un amplio catálogo de prendas y accesorios a precios accesibles emulando a las grandes firmas del sector, la nostalgia impera en la moda actual. Con frecuencia, observamos a las musas de las pasarelas luciendo en sus diseños piezas de estilo retro que les confieren un carácter distintivo y, en especial, con personalidad. La analogía del contenido de nuestros armarios ha provocado que muchas optemos por rescatar de viejos baúles y trasteros las prendas que lucieron nuestras madres, nuestras abuelas, e incluso nuestras bisabuelas. La ropa vintage representa un pasado muy presente, una introspección para distanciarnos de los cánones de belleza y tendencias de la moda dictaminadas por la industria recuperando la esencia de aquellas décadas.
El éxito de series como Sex and the City o, más recientemente, Mad Men; la recomendación de prestigiosas estilistas como Patricia Field o Rachel Zoe; o la personal adaptación de Dita von Teese —considerada la gran precursora del estilo vintage— Sarah Jessica Parker, Zooey Deschanel o Katy Perry han popularizado el uso de estas prendas como forma de distinción y, en consecuencia, la apertura de boutiques literarias especializadas, entre ellas la tienda de Amanda Rosenbloom.
La tienda vintage de Astor Place es una novela chick lit que narra las historias paralelas de dos mujeres procedentes de épocas diferentes y sus conflictos acerca del trabajo, el amor, la amistad, la familia y, en especial, la moda. Stephanie Lehmann selecciona la materia prima característica de este género para dibujar el patrón de una historia con la pretensión de convertirlo en un diseño que combine lo clásico y lo moderno en los pliegues de sus páginas.
A principios del siglo XX, la ciudad de Nueva York se convierte en el principal escenario del cambio de modelo económico a través de las grandes superficies comerciales. En aquellos edificios —muy diferentes a las impersonales construcciones art decó que engloban un amplio catálogo de franquicias— los serviciales empleados, principalmente mujeres, procedentes de las clases bajas, exhibían sus productos como las maravillas del futuro, desde electrodomésticos hasta productos de belleza. Curiosamente, el materialismo de aquella sociedad eclipsaba otros cambios de mayor trascendencia en décadas posteriores y que tendrían, precisamente, a esas mismas mujeres como protagonistas de la revolución femenina que luchaba por la equiparación del sueldo o la obtención del voto, como Olive Westcott.
Sin embargo, su historia había permanecido en el anonimato hasta que Amanda Rosenbloom encuentra el diario de la joven entre las pertenencias de un viejo baúl, concediéndole una segunda oportunidad. Desde ese instante, la protagonista y el lector realizan una lectura conjunta de las vivencias de Olivia, aprendiendo a superar las constantes adversidades de una sociedad patriarcal.
Curiosamente, la autora nos demuestra que, a pesar de la distancia insalvable entre ambas mujeres, coinciden en múltiples aspectos. Es posible que la apariencia de la ciudad haya cambiado, pero los cimientos sobre los que se construyó permanecen bajo las modernas construcciones de acero y cristal, pues un simple paseo por sus barrios más característicos nos ofrece la oportunidad de revivirlo, tal y como le ocurre a Amanda.
La tienda vintage de Astor Place alecciona al lector sobre la importancia de conservar nuestro patrimonio personal, no exclusivamente aquellos objetos que narran por nosotros la historia desconocida para la mayoría, sino las lecciones de cada experiencia conservadas en cada uno de los hilos vitales que la componen. No obstante, Stephanie Lehmann también alude la importancia de no depender ni justificarse en el pasado, sino aprender qué debemos conservar y qué desechar.
Si bien al final, la autora acaba por ofrecernos un catálogo de prendas existente en cualquier librería al centrar la mayoría de su colección en temáticas recurrentes del género. Es frecuente que las novelas chick lit generalicen la imagen de una mujer poco acorde con la realidad, excepto El diario de Bridget Jones (Helen Fielding), porque las protagonistas centran sus preocupaciones en el sexo, el matrimonio o la maternidad. Un concepto machista dentro de un género supuestamente feminista, pues Amanda Rosenbloom limita su relato al affaire con un hombre casado, las constantes rupturas y reconciliaciones, la búsqueda de otro hombre capaz de comprometerse o su obsesión por ser madre, incluso recurriendo a la fecundación in vitro.
De esta forma, la moda vintage queda relegada al fondo del armario argumental mientras se suceden los capítulos en los que presenciamos las constantes vacilaciones del personaje, conflictos más propios de una adolescente que de una mujer adulta. Es más, Olivia Westcott acaba demostrando una mayor iniciativa que su homóloga del siglo XXI, demostrándonos la superficialidad del concepto «literatura para mujeres».
Precisamente, la personalidad de Olivia es otra de las grandes incoherencias de la novela, pues exhibe una forma de expresarse y actuar poco acorde con la época. Es posible que la autora intentase dotar a la novela de un tono coloquial empleando expresiones como «Eres la monda, papá» o «Me importa un comino», una decisión comprensible tratándose de un diario. Además, es cierto que ambas datan de la época del Imperio Romano y la Francia de principios del siglo XX respectivamente; pero otras («El crac la dejó tiesa») resultan más imprecisas en el tiempo y, en consecuencia, afectan a la coherencia del personaje. Una modernización de la epístola innecesaria y poco acorde con la ambientación.
A pesar de que La tienda vintage de Astor Place promete hacernos revivir las sensaciones de épocas anteriores, la ilusión se desvanece al leerlo frente a un espejo con ojo crítico. Es cierto que algunos detalles de la narración nos hacen detenernos frente al escaparate con curiosidad, e incluso admiración. Sin embargo, pocas de nosotras acabaremos pasando por la caja sabiendo que hemos realizado una buena compra.
Título: La tienda vintage de Astor Place; 400 págs.
Autora: Stephanie Lehmann
Editorial: Ediciones Maeva, 2014
ISNB: 9788415893295
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