¡Mil troneras!
Reseña del juego de dados y cartas de Haim Shafir publicado por Gigamic
Mille sabords! —literalmente ¡Mil portas!, usease las troneras cuadradas que se ven en los flancos de los barcos de época— es, además de una de las numerosas interjecciones del capitán Haddock, el nombre de un juego de mesa diseñado por Haim Shafir.
Su mecánica es muy sencilla pero terriblemente resultona: en turnos sucesivos, los jugadores van lanzando ocho dados especiales, en cuyas caras se pueden encontrar seis símbolos distintos, en un intento por acumular puntos al estilo de las máquinas tragaperras: cuantos más símbolos iguales consigas acumular, más puntos acumulas, y si “ligas” todos los dados, premio extra. Hay que notar que cada jugador se planta cuando lo desea, así que parece no haber límite...
El tema está en que uno de los símbolos —la calavera con las dos tibias cruzadas, cómo no— es “malo”. Si acumulas tres, pierdes el turno sin ganar un mísero doblón, lo que tus adversarios aprovecharán, sin duda, para sacarte ventaja. Como el mínimo de dados que hay que arrojar en cada tirada son dos, en cuanto has obtenido una calavera no sabes cuándo terminarán de torcerse las cosas. La avaricia rompe el saco es una refrán que hay que tener muy en cuenta.
Solo hay una excepción a esta mecánica: si se obtienen cuatro calaveras o más ya en la primera tirada del turno, vas a la Isla de la Calavera, lo cual, básicamente, quiere decir que en vez de sumar puntos vas a restarlos a todos tus contrincantes.
Para terminar de salpimentar las cosas, al comienzo de su turno cada jugador ha de robar una carta que le obligará a jugar sus dados de un modo especial. Puede ser una modificación sencilla, como una carta que cuenta como un resultado de un diamante adicional, o más compleja, como uno de los galeones cargados de oro español que obligan a jugar hasta conseguir un número determinado de espadas.
De este modo, Mille sabords! resulta un juego muy fácil de aprender y muy entretenido. Toda la tensión deriva de tentar la suerte y de ver hasta dónde se arriesgarán tus adversarios. El aspecto táctico está bastante limitado y el azar es omnipresente, lo que no impide, sino fomenta, las puyas, las bromas y el cachondeo general.
Hay que destacar, además, que el diseño —sobre todo los dados especiales— y la ambientación son todo un acierto. Un juego muy resultón, en definitiva, ideal para pequeños ratos muertos o para pasar una tarde entre ron y risas.
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