Monstruos – Libro para cromos (1986)
Sobre este álbum de cromos anónimo que marcó tantas infancias por tan solo 60 pesetas...
El álbum de monstruos, así lo llamábamos, sin más. No fue la única colección de cromos que intenté —infructuosamente— completar de pequeño pero sí, sin duda, la que más me marcó y la que más me pena que terminara en la basura en uno de estos zafarranchos de limpieza en los que mi madre no pedía opinión a nadie. Cuando muchos años después, con la llegada de Internet, recuperé la esperanza de volver a ver algún día estos cromos y empecé a investigar un poco, me fui dando cuenta de que aquel nombre no era muy distinto al oficial. Y también de que no había mucha más información sobre sus creadores, editores o de cualquier otro tipo.
Monstruos – Libro para cromos, por llamarlo de algún modo, parece que data del año 1986. En las imágenes que he encontrado por la red no se especifica quién lo publicó ni tampoco un ISBN. Da la impresión de que no hay muchas trazas disponibles, o así lo dan a entender quienes conservan copias enteras como oro en paño. De hecho, ni siquiera he conseguido localizar el nombre del o los ilustradores y el “guionista”, o lo que fuera quien concibió el álbum. Todo esto no hace sino añadir una entrañable capa de misterio a una reliquia de otros tiempos, de otras miradas, de cuando estas fantasías macabras se encontraban con más frecuencia en el boca oreja de los niños que en las tiendas especializadas —que, por otra parte, ni siquiera existían—.
El álbum de los monstruos ni siquiera era exclusivamente una colección de cromos de monstruos: en sus distintas secciones había lugar para los marcianos y para los superhéroes, así como para cualquier otra cosa “guay”. La estructura era siempre la misma: el cromo venía con un sugerente nombre —algunos de los cuales se desinflan malamente frente a la mirada adulta— y una pequeña descripción que parecía hecha a vuela pluma, sin pensárselo dos veces e inspirándose en cualquier cosa que se pillara a tiro. Esta descripción quedaba bajo el cromo, por lo que, se supone, se debía pegar este solo por el extremo superior. Sí, bueno, en aquella época los cromos los pegábamos con pegamento de barra: eran cachos de cartón.
La primera sección, Monstruos de cine —magnífica idea ya en la época empezar por las películas, que, aun con las prohibiciones parentales, nos traían a todos locos—, era un fusilamiento de los monstruos de la Hammer y aledaños. Como si la gran pantalla hubiera conquistado la tradición y la literatura, encontrábamos por ahí a Drácula, a Frankenstein, a Carmilla, al hombre lobo... mezclados con otros algo más propios del séptimo arte, como la criatura de la Laguna Negra, Nosferatu o la momia. Aquel arranque, junto con el algo inocente y sugestivo prólogo, me encandilaba totalmente. Por fin, una enciclopedia de lo siniestro...
Luego, pasábamos a los Gigantes. Sí, gigantes. De algún modo aquello les pareció la continuación lógica y, por extraño que parezca, había una página entera: tenían derecho a sección propia. Los gigantes. No eran particularmente populares como monstruos, pero el lado fantástico —incluso bíblico en algún caso— seguía abriendo puertas a la imaginación. De todas formas, rápidamente se daba más carnaza sanguinaria:
Animales míticos. Siguiendo la lógica peregrina de la colección, aquí encontrábamos cosas como King Kong, que bien pintaba más en cine que otros “monstruos” de dicha sección, junto al monstruo del Lago Ness. O cosas tan escalofriantes como el gato parlante. Sí, ahora no parece tan terrible, pero era un gato siamés —algo que solo se veía en las películas— y traía ecos de El misterio de Chimney Rock capaces de poner los pelos de punta al más pintado.
Los fantasmas y aparecidos tenían reservadas sus buenas dos páginas, lo que era de agradecer dado que eran de los personajes más populares entre la chiquillería. Quizás faltaba algún punto de originalidad en el reparto, pero se disfrutaban igualmente y, de paso, nos daban la oportunidad de mostrar nuestra sapiencia en la materia. Sospecho, en cualquier caso, que aparte de algunos sacados de libros, los otros eran invenciones libres, que tampoco está mal. A decir verdad, no se diferencian mucho de los cuadros de la mansión encantada de EuroDisney...
Brujos y hechiceras y Criaturas fantásticas era un cacao mitológico que ponía de manifiesto que la organización temática era una mera excusa para poner títulos en las páginas. Había algunas que sin duda encajaban en lo que entendíamos como un monstruo —como la Medusa, que, curiosamente, venía en el pack de las brujas—, pero os podéis imaginar la cara que se te quedaba si salía un gnomo... Mención aparte los trolls, sacados directamente de la serie de David el gnomo. ¿En serio se supone que aquello iba a dar miedo?
Pero si creías que con esto la cosa estaba derrapando... agárrate los machos que llegan los Seres extraterrestres. Aquello no tenía nada que ver con abducciones, hombrecitos grises, laboratorios de metal impoluto o Expediente X. En el álbum de los monstruos los marcianos estaban sacados de un space opera de bajo presupuesto y fue el momento en el que sus creadores dieron rienda suelta a su imaginación —excepto en los nombres, como atestiguan cosas como Mamifer-Man— y se pusieron a homenajear, o mancillar, o como queráis verlo, a Flash Gordon y La Guerra de las Galaxias.
Y, aun así, este rellenar de páginas —que apenas dejaba trazas de terror, excepto por el caso de More Grasa, no me preguntéis por qué— no era nada en comparación con Superhéroes. No es ya que poco pintaran unos supertipos en mallas en una colección de cromos de monstruos, sino que incluso en la época nos podíamos dar cuenta —y nos dábamos— de cuán cutres podían ser las imitaciones descaradas de los superhéroes de Marvel y DC. Ahora te ríes cuando ves a un Thor lanzando redes con un garrote de cavernícola, o incluso te sonríes ante un Comandante Europa, pero en su tiempo nos ruborizábamos... En serio:
190-191 – EL WIKINGO
Uno de los superhéroes del grupo Los Invasores, el Wikingo proviene de los gélidos países del norte de Europa.
Hijo de reyes, está emparentado con varios Dioses capaces de conseguir para él, la fuerza de diez bisontes.
Vive en una mansión, junto a sus compañeros. La Felina, Tarántula Man, y el Hombre Elástico. Siempre está dispuesto a luchar hasta el fin contra los tiranos.
Luego, como cierre, para salvar el tipo, venía Misterios inexplicables: Memento mori, barcos fantasmas, peluches asesinos, hombres emparedados, caniches del infierno... Aquello tenía un sabor a Creepy inconfundible, justo lo que hacía falta para quitarse el mal sabor de boca y recuperar un poco el tono vital antes de cerrar el álbum. A esto, en definitiva, era a lo que habíamos venido.
Ni siquiera cegados por la nostalgia se puede decir que la colección de cromos de monstruos de 1986 fuera algo bien hecho. Salta a la vista que era un producto pensado para enganchar a los críos con un batiburrillo de todo lo que les gusta pero sin solución de continuidad. Ya en su día algunos hubiéramos preferido que se suprimieran a los marcianos y los tipos en mallas pero, reconozcámoslo, aun a pesar de los pesares estábamos encantados con aquel álbum. Era la única alternativa a los cromos de fútbol.
Cuando años después salieron los cromos de la Pandilla basura algunos no podíamos evitar mirarlos por encima del hombro, como una cosa vulgar y de mal gusto. Nuestro mítico álbum sería cutre, estaría mal escrito, sería un popurri infumable y salpicado de plagios, por cada ilustración buena tenía media doce reguleras y, bueno, no tenía coherencia interna ni parece que la hubiera buscado nunca. Pero tenía clase, qué demonios. Mucha clase.
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Joder, de pura nostalgia casi que perdonas lo jodidamente cutre que era.
El album. Podeis agrandarlo
http://misubconsciencia.blogspot.com.es/2010/01/monstruos-de-carme-ricard1986.html
En esta, vienen los cromos uno a uno y con la historia que tenian escrita detras
http://www.fotolog.com/edomatik/mosaic/
“Quien vence sin obstáculos vence sin gloria”