Elric: El equilibrio perdido
Reseña del cómic de Chris Roberson y Francesco Biagini sobre la creación de Moorcock
Realizar una adaptación a cómic del Campeón Eterno ideado por Michael Moorcock no es sencillo. Grandes del cómic, como Roy Thomas, patinaron en su primer intento —como él mismo ha confesado en la reedición de Conan el bárbaro—. Y es que el imaginario del británico se dedicó a empujar los límites de la fantasía épica tradicional hasta convertirla en un tipo de espada y brujería muy distinto del de Robert E. Howard, mucho más ambicioso y peregrino. Captar la maravilla estética de las historias de Elric y, al mismo tiempo, su sabor narrativo, entre la tragedia, el drama filosófico y la aventura pura y dura es muy complicado.
Claro que, por esta misma complicación, cuando se hace bien el premio es doble. Y Chris Roberson y Francesco Biagini lo han hecho muy bien.
El primero al construir un guión de narraciones paralelas —muy adecuado para una trama épica que implica el Multiverso al completo— en el que incluye, respetando su naturaleza, a los principales campeones eternos —o versiones del Campeón Eterno— de la obra de Moorcock. Tenemos a Corum, tenemos a Elric, tenemos a Hawkmoon... y tenemos conflicto cósmico entre la Ley y el Caos por los dominios más inesperados.
En este sentido, los dibujos de Biagini lo bordan. Cada escenario es una nueva delicia para la imaginación, desde la América del petróleo al borde del colapso bajo las hordas de los zombis demoníacos del Caos a un Londres distópico donde los fanáticos de la Ley parecen sacados de un cómic de Alan Moore en su época de 2000 AD. Así sí se tiene la sensación de viajar entre mundos paralelos donde lo extraño tiene cierto toque cotidiano y donde la fantasía realmente no parece tener límites.
El cuidado diseño de los personajes, los elegantes diálogos y una historia que discurre a buen ritmo pero siempre construyendo, siempre aportando nuevas piezas, terminan de coronar un primer arco argumental en el que se nos ponen los cimientos de lo que va a venir. Sí, al final, después de páginas deleitándonos con el sabor de las historias de Elric, El equilibrio perdido se muestra como un preludio de algo mucho mayor.
La edición de Panini cómics está a la altura de las circunstancias y no solo por detalles casi anecdóticos, como el epílogo de Gaiman; la galería de portadas, por ejemplo, que viene al cierre, con el increíble trabajo de Francesco Mattina, entre otros, es una nueva capa de disfrute para cualquier apasionado del maldito emperador albino. Vamos, una serie a seguir de cerca.
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