Un final feliz
Reseña de la novela de Matthew Quick publicada por DeBolsillo
«¿Nunca te has percatado de que la vida es como una serie de películas? (…) Bueno, tienes las de aventuras. Todas empiezan con problemas, pero luego los admites y te conviertes en mejor persona, después de trabajar duro. Eso es que fertiliza el final feliz y hace que florezca. Como el final de las películas de Rocky, Rudy, Karate Kid, La guerra de las galaxias, la trilogía de Indiana Jones y Los goonies, que son mis películas favoritas»
Con esta particular visión de la vida, Pat Peoples se ha propuesto recuperar todo lo que perdió antes de ingresar en un centro de salud mental, aunque no consiga recordar los motivos de su internamiento. Sin embargo, pronto descubrirá que la vida no sigue un guión prestablecido, sino que, en realidad, se basa en una serie de improvisaciones por parte de los actores involucrados, incluido él.
Un final feliz es una novela compuesta por una sucesión de escenas que oscilan entre la tragedia y la comedia, obligando a sus personajes a enfrentarse ante todo tipo de situaciones, algunas reales y otras excéntricas, en las que la amistad, la familia y, sobre todo, el fútbol americano desempeñan un papel fundamental.
De hecho, resulta sorprendente comprobar cómo gran parte de la historia se desarrolla alrededor de este deporte. Al igual que ocurría con The Blind Shine (Michael Lewis), se tiene la impresión de que ha sido escrito pensando exclusivamente en el lector estadounidense, pues resulta difícil interpretar algunos detalles de la novela sin conocer en profundidad la cultura de ese país. Es más, la influencia que este deporte tiene en algunos de los personajes, como el doctor Cliff o el padre de Pat, les resta bastante credibilidad.
Es cierto que durante los partidos se suceden algunas de las escenas más divertidas del libro, pero acaban siendo reiterativas y provoca un estancamiento en la historia. Por este motivo, se agradece la irrupción de Tiffany, quien consigue sacar al personaje de Pat del círculo vicioso en el que estaba inmerso desde su salida del «lugar malo».
Sin embargo, Matthew Quick no solo desaprovecha este personaje, sino al resto de secundarios que intervienen en la novela. O bien se basan en estereotipos demasiado empleados en este tipo de libros; o bien no terminan de desarrollarse, pese a todo su potencial. De hecho, algunos podrían haber eclipsado al propio Pat, pero quedan limitados y su relación con el protagonista resulta, en ocasiones, demasiado fortuita para justificar su presencia en la historia, como Danny.
Es más, apenas evolucionan durante la novela. Tras la correspondiente presentación de cada uno, mencionando brevemente su personalidad y algunos conflictos de su pasado, permanecen en el mismo punto de inicio, sin que el autor les conceda la posibilidad de avanzar. Algo incomprensible si tenemos en cuenta todas las experiencias que vive Pat, así como los cambios que va experimentando para conseguir su objetivo. Si él cambia, su entorno también debería hacerlo, pero no es así, siendo el mejor ejemplo su propio padre.
Además, Un final feliz carece de una estructura homogénea. A pesar de que la mayoría de los capítulos son breves, otros se prolongan en exceso y, curiosamente, tienden a coincidir con los partidos de los Eagles. Estos cambios en la narración limitan la lectura de forma negativa, impidiendo que se establezca un ritmo narrativo constante.
Es cierto que los finales rara vez satisfacen a todo el mundo, pero la novela de Matthew Quick comete el error de descuidar considerablemente el desarrollo de la historia después de un magnífico inicio, dando lugar a un desenlace con sabor agridulce.
Titulo: El lado bueno de las cosas (Un final feliz); 280 págs.
Autor: Matthew Quick
Editorial: DeBolsillo
Año de publicación: 2012
ISBN: 9788490323656
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Muy interesante la reseña. El tema del contexto es muy interesante: nos hemos acostumbrado tanto a que en nuestra cultura haya injerencias yanquis que a veces nos olvidamos de que no conocemos todas sus grandes pasiones. El fútbol americano, por ejemplo, ha llegado poco por aquí. Si aun hubiera sido la NBA...
Curiosamente me ha traído a la memoria una novela, creo que era de Daniel Mares, donde un partido de fútbol tenía particular relevancia en el cierre.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.