Kull: La bruja del odio
Reseña del cómic de Lapham, Guzmán y Taibo publicado por Panini
La bruja del odio es la segunda entrega de las aventuras del rey Kull en la nueva edición de Dark Horse, una vuelta a los orígenes de la espada y brujería que ya emprendieran con el personaje más conocido de Robert E. Howard, Conan. Coherente con esta línea editorial, nos encontramos ante una historia que rescata el lado siniestro y más adulto de un género que rompió, a su manera, con concepciones más clásicas de la fantasía épica.
La narración nos muestra de nuevo a un Kull asediado desde dentro de palacio por sus detractores políticos, quienes no dudan en apoyarse en los conflictos externos, en este caso la aparición de una inquietante bruja que lanza una maldición sobre el rey, para buscar su propio beneficio y derrocar al bárbaro. A priori, un planteamiento bastante clásico que se va complicando a medida que la búsqueda de Kull, que retorna a su natal Atlántida, avanza.
La bruja del odio entronca con las narraciones de horror cósmico (seres antediluvianos, proyectos que escapan a las proporciones del hombre, hechicerías que no son de nuestra dimensión) sin perder el anclaje con el lado salvaje de la fantasía (combates a muerte, diálogos cortantes como el acero, cuerpos desnudos y musculados, etc.). El Howard más interesante, sin duda.
El guión de David Lapham, si bien se ve algo precipitado en algunos aspectos (no tiene ese discurrir envidiable de Kull: El reino de las sombras), mantiene la atención aun escorándose en gran medida hacia la acción. El retrato de los personajes está conseguido y eso da solidez a la trama.
Gabriel Guzmán (dibujo), Mariano Taibo (entintado) y Dan Jackson (color), sin llegar a la majestuosidad del anterior volumen, captan con acierto el escenario y nos sumergen en el clásico entramado de ciudades de ensueño, ruinas misteriosas y naturaleza salvaje que requiere el tomo. No obstante, donde brillan es en las escenas de acción que involucran a la bruja, en las que consiguen un interesante equilibrio entre dinamismo y suspense.
La edición de Panini Cómics, de la calidad habitual, incluye además las ilustraciones de portada realizadas para la serie original por Fabio Cobiaco y Tom Fleming, un material que siempre es de agradecer por los aficionados.
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