Kirikú
La magia de las fábulas africanas en un par de películas de animación
A través de los dos largometrajes sobre el personaje que ha dirigido Michel Ocelot, Kirikú y la bruja y Kirikú y los animales salvajes, se nos presenta un modo distinto de concebir la fantasía y el cine infantil. Apoyándose sin cortapisas en las raíces folclóricas propias del escenario, se teje un imaginario propio con el que los niños se identifican y se apasionan.
La acción de las películas de Kirikú se enclava en el África tribal. Él es un bebé que desde su nacimiento es capaz de correr a gran velocidad y de hablar como un adulto. Además, como todo héroe que se precie, no tiene miedo de nada y está lleno de buena voluntad y de un gran sentido de la responsabilidad. Siempre se muestra dispuesto a ayudar a la tribu a conjurar los problemas que, por lo general, ha creado una bruja local. De este modo, Kirikú se erige en contrapunto a sus aterrados conciudadanos o a los inocentes niños con los que, a priori, debería haber compartido juegos, lo que le da un aspecto ejemplar.
Las historias tienen una trama sencilla y siguen los arquetipos del viaje de iniciación y las aventuras de desafío. Kirikú, aunque es capaz de correr a gran velocidad y de hablar (lo que no deja de ser extraordinario para un bebé) no tiene poderes sobrehumanos, por lo que ha de recurrir al ingenio y al valor para solventar los problemas a los que se enfrenta. Así, las historias adquieren un tinte pedagógico en el que se resaltan valores como el conocimiento de la naturaleza, la prudencia, el respeto, etc.
La estructura narrativa remite a las fábulas orales. Aunque podemos establecer un hilo conductor general que desemboca en una transformación del protagonista, en realidad las aventuras de este son más bien estáticas. A través de sus ojos vamos a descubrir el mundo en pequeñas dosis, en pequeños desafíos que va a ir superando sin que la situación global parezca cambiar. Como interludios, se incluyen pequeñas canciones y bailes de loa que acentúan el estilo narrativo folclórico.
Los escenarios son uno de los puntos fuertes de las películas. Encontramos la sabana y algo de la selva africana, la fauna salvaje propia del lugar —elefantes, jirafas, etc.— y también elementos mitológicos propios de África, cuyos exponentes más visibles son la propia bruja y los fetiches encantados que tiene a su servicio. La combinación con el particular héroe resulta simpática y muy original.
En conjunto, quedan dos películas muy entretenidas, adecuadas tanto para niños muy pequeños como para los que son ya mayores, que tienen un desarrollo muy ágil y colorido, con buenas dosis de aventura y suspense. La banda sonora de Yossou N'Dour resulta particularmente acertada.
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