La guerra de Troya

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Roy Thomas y Miguel Sepúlveda publicado por Panini

 

En la colección de Clásicos Ilustrados Marvel habíamos visitado previamente la guerra de Troya con La Ilíada, obra en la que ya se habían dado cita Roy Thomas como guionista y Miguel Sepúlveda como ilustrador. No obstante, este La guerra de Troya no es ni mucho menos una obra redundante, pues además de mostrar un enfoque distinto, cubre episodios que no vimos en la adaptación del poema homérico.

Como se indica en la introducción de este cómic, las fuentes clásicas que se han utilizado para el mismo son múltiples y permiten recrear el mosaico completo de los diez años de contienda que cubrió la guerra de Troya. Esta completitud, junto con la extensión de la obra (recopila cinco cómic books, algo más de ciento veinte páginas), fuerza un ritmo sostenido que se mantiene durante toda la narración.

En ella vemos desfilar por numerosos escenarios y exóticas ciudades a todos los héroes de la pugna entre aqueos y troyanos (Aquiles, Paris, Agamenón, Ajax, Héctor, Odiseo...) y también a algunos dioses, aunque aquí, a diferencia de en la citada Ilíada, estos tienen un papel marcadamente secundario por mucho que su sombra sea alargada: estamos ante una epopeya de hombres, hijos de dioses tal vez, pero hombres al fin y al cabo, y ese es uno de los elementos diferenciales con la adaptación de la obra de Homero.

La acción es trepidante y sangrienta. Los combates y las conspiraciones se suceden y las ilustraciones de Miguel Sepúlveda, apoyadas por el entintado de Jason Martin y el color de Fujita / Fujiwara, les dan un cuerpo formidable. Es épica incansable y continúa, hermosa y terrible a un tiempo. La caracterización de los personajes, continuista con el trabajo realizado en La Ilíada, nos ayuda a sumergirnos en esta historia que marcó los cimientos de la fantasía épica y que Thomas trata con una crudeza no muy habitual en él.

Al mismo tiempo, esta velocidad en la narración hace que el cómic emparente, en cierto modo, con esos libros ilustrados que nos acercan la mitología o los tiempos pasados. No tenemos tiempo para profundizar en ninguno de los hilos argumentales, que a veces se nos presentan casi como un recordatorio (la toma de una ciudad en ocasiones se reduce a una viñeta), por lo que el cómic provee dos lecturas: como hilo narrativo continuo y como esquema de referencia en el que deleitarse gracias a las ilustraciones.

La edición de Panini sigue la buena tónica de la colección con sus tapas duras, color y formato algo menor que un A4 e incluye las formidables portadas de Dennis Calero de la miniserie original, todo un deleite para el lector.

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