Americana
Crítica del disco que Neil Young ha sacado este 2012
Que Neil Young saque disco nuevo siempre es una buena noticia para la música en general. Si además lo hace con el apoyo de los Crazy Horse, banda que le ha acompañado en algunos de sus momentos más inspirados, aún es mejor noticia.
El artista folk cuenta con una carrera con algunos altibajos pero fructífera, tanto en su etapa más folk, como en su vena más rockera, con ese brillante sonido de guitarras saturadas y enérgicas, que lo encumbra como uno de los grandes artistas del género.
En la actualidad, el canadiense, que tiene más de Neil que de Young a sus sesenta y seis años, se reúne con sus compatriotas de aventuras musicales para la ocasión y nos brinda un disco de versiones con algunos de los temas con los que ha crecido, se ha inspirado o que tienen una importancia dentro de la cultura americana, odiada o amada por él según la época.
La primera impresión que te llevas al escuchar el álbum es la de un grupo de amigos que se reúnen para tocar en un garaje con su equipo de música preferido, y da la sensación que este justamente es el sentido del disco. El artista, que ya ha abonado toda la deuda pendiente al noble arte de la música, solo busca el divertimento, complacerse a sí mismo y disfrutar de la compañía de los viejos amigos, tocando viejas canciones. Esa es la grandeza de Americana, un disco honesto y sincero, como siempre lo ha sido Neil, pero lo que en principio parece una virtud también se convierte en su peor enemigo.
Tras indagar un poco más en las entrañas de la obra y superada la emoción inicial, te encuentras con un disco que, aunque luce correcto con canciones muy bien interpretadas, te deja frío. No encuentras un punto de unión o de empatía hacía él, como si no hubieras formado parte de la jam privada de los músicos, grabada con toda probabilidad en algún rancho, entre zarzaparrillas, en algún lugar insonorizado para que los coyotes de la zona no arruinen la grabación.
Americana es agradable de escuchar, con algunos pasajes interesantes, pero, tras unas escuchas, pasa a formar parte del conjunto de discos que no están mal pero tampoco invitan a una relación sentimental de futuro. Lo que aquí suena ha sonado muchas veces en el pasado de forma similar en múltiples lugares, y el hecho de que las canciones sean versiones y no originales, algo que habría salvado al disco de la indiferencia con toda probabilidad, acaba siendo una trampa para el disfrute del mismo.
A pesar de todo, la nueva publicación no hace más que aumentar mi admiración por Neil Young por dedicarse a lo que le gusta, sin buscar el aplauso fácil ni la notoriedad, sin querer agradar a nadie en concreto, dotándole un talante de humildad e ilusión, y por eso mismo merece la pena darle una escucha.
Solo queda agradecerle todo lo que le debemos a sus discos, a él como persona (lo que conocemos a través de entrevistas y actos públicos) y a los grandes conciertos que nos ha regalado, el del Primavera Sound entre ellos.
Porque Neil, ambos sabemos que es mejor quemarse que desvanecerse lentamente.
Puntuación: 6/10
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