La puerta de Audrey

Imagen de Patapalo

Reseña de esta novela de Sarah Langan, Premio Bram Stoker, publicada por La Factoría

 

Si simplificamos mucho el género, las historias de casas encantadas van, grosso modo, de injerencias del pasado en el presente. En ellas, trazas de un pasado macabro, violento o misterioso afloran de nuevo en estos domicilios malditos y atormentan, por lo general, a los nuevos inquilinos.

En La puerta de Audrey, novela con la que ganó el Premio Bram Stoker en el 2010 y que tiene prevista una adaptación cinematográfica, Sarah Langan va más allá y juega con un doble maleficio: el del pasado pertinaz y siniestro de la “casa” en sí, por supuesto, pero también el ligado a la propia protagonista. La autora no se limita a crear un paralelismo, una suerte de juego de espejos con el que resolver una trama clásica, sino que mezcla ambos elementos en una historia laberíntica y claustrofóbica.

De este modo, la trama que se nos presenta va más allá del clásico “heroína atrapada en lugar siniestro” y se adentra en terrenos más resbaladizos (adicciones, desequilibrios mentales, megalomanías, antiguos cultos esotéricos...) con una gran eficacia, jugando con la ambigüedad para no decantarse claramente por el terreno sobrenatural o el realista. Es particularmente destacable la habilidad de la autora para crear los escenarios y dotarlos de fuerza. La propia “casa encantada”, un edificio decimonónico en medio de Nueva York y perteneciente a la sugerente escuela del naturalismo caótico, es uno de los más sugerentes y acertados que me haya encontrado.

El modo de desarrollar la trama también es inusual, al menos dentro de los cánones del género. Langan deja mucho espacio al desarrollo de las relaciones entre los personajes, seguramente para potenciar esa sombra del pasado que pesa sobre toda la historia, y algunas situaciones recuerdan a otras propias de comedias románticas en lo que se me ocurre, imperfectamente, denominar como una especie de diario de Bridget Jones siniestro. Que nadie se lleve a engaño: esto no hace que la presa del terror sea menor, sino todo lo contrario.

A mi modo de ver es un acierto este enfoque, y no solo por lo original que resulta. El retrato de las relaciones humanas, que tiene su foco en la inestable protagonista, las incursiones en la crítica social de las clases pudientes de Nueva York o las impagables instantáneas que hace Langan de la decrépita sociedad endogámica que se ha encerrado en el Breviary acentúa y da todavía más fuerza a la inquietante historia que se nos narra. Es un buen ejemplo de que acercar la narración al lector no tiene por qué pasar por personajes o escenarios ordinarios.

Estas características, junto a la prosa ágil y la acertada estructura de la novela (principalmente lineal en su desarrollo, pero con pinceladas retrospectivas que acentúan los aspectos inquietantes de la “casa encantada”), hacen de La puerta de Audrey una lectura muy recomendable... para quien quiera pasar un rato de suspense e inquietud, claro.

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