La Baccade

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Comentario sobre este simpático juego de cartas que, espero, dentro de poco estará disponible en España. Sino, siempre queda Internet.

La Baccade es un juego más simple que un sidral y más inocente que un pito y, sin embargo, es uno de los juegos más divertidos que se puede encontrar uno. El secreto de su éxito: cerdos y patatas.

 

Un poco de historia –que puede parecer mentira-

 

Como dice en la cubierta del juego, “había una vez, una sopa…”

 

Esta sopa, la baccade, está destinada a alimentar a los cerdos y compuesta principalmente de patatas, por lo que ya os podéis imaginar de dónde vienen los ingredientes del juego. Lo que no os imaginaréis es que esta baccade fue elegida por un granjero normando como caballo de batalla en defensa de un cerdo local; bueno, de una raza entera.

 

Esto nos lleva a los culos negros, que es como se llama este cerdo en particular y que es una especie autóctona de Normandía. Actualmente, a causa de los cambios en la explotación de las granjas, este tipo de cerdo, emblemático de la región, corría el riesgo de desaparecer. Y como la necesidad es la madre del ingenio, la situación hizo nacer en la cabeza de uno de los porqueros una idea, un juego de cartas: la Baccade.

 

Para más detalles, se puede consultar “La fabulosa y verídica historia del cerdo “Culo Negro”” que se adjunta a las reglas.

 

El juego

 

El concepto del juego no se diferencia demasiado del largamente conocido juego de las familias: 36 cartas de cerdos y 36 cartas de patatas divididas en familias de 6 son la base del mismo.

 

Cada jugador, obviamente, tendrá 6 cartas en la mano y deberá descartarse y robar para conseguir dos medias familias o una entera. Conseguido este objetivo se grita “Culo negro” y se hace recuento de patatas (puntos) según la combinación de cartas que se conservan en la mano.

 

Para aderezar este sencillo mecanismo, el señor Yves Reanou, creador del juego, ha incluido una serie de cartas adicionales: mermeladas de patata y de cerdo, torres de cerdos, cartas cerdada, cartas comodín y cartas baccade.

 

Todas ellas permiten maniobras subrepticias para complicar la vida a los compañeros de juego y, así, hacerse con la victoria. Las declaraciones con las que se tiene que acompañar su uso –tipo “soy un cerdo”- y las simpáticas ilustraciones de los tocinos y las patatas, crean rápidamente un ambiente distendido.

 

Sin duda, un juego ideal para pasar una tarde tranquila, consiguiendo que jueguen hasta los más recalcitrantes “aguafiestas”. La sencillez de las reglas, la competitividad del juego y el gran número de posibilidades, convierten a la Baccade en un juego muy efectivo.

 

No es de extrañar que haya sido premiado con el Ludexpo D’or (2000) y con una Medaille de Bronze en el Concours Lépine (2001).

 

Un juego familiar

 

Pero, a pesar de todas estas virtudes, la Baccade es un juego familiar. No es casual que fuera la propia familia del porquero la que le animase a enviar el concepto del juego a una empresa de juegos de mesa (Paille Editions).

 

El que no exista un límite de edad, ya que incluso los más pequeños entienden rápidamente el mecanismo de las partidas, y la posibilidad de participar entre 3 y 6 jugadores, lo hacen ideal para este entorno.

 

Además, está lleno de detalles en este sentido, como haber incluido un cuento escrito por el propio Yves Renou e ilustrado por una niña de 13 años, Marilou Dadat, que será su sobrina, digo yo.

 

 

El caso es que esta mezcla de clásico, de absurdo y de un cierto espíritu trasgresor infantil, han dado a luz uno de los juegos más tontos y entretenidos que ha caído jamás en mis manos.

 

Desde que me regalaron mi primera Baccade ya he tenido que comprarme otras cuatro, pues siempre acabo dejando la mía en la casa de algún amigo después de haber pasado una tranquila tarde entre cerdos y patatas.

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