Consejos básicos para pintar miniaturas
Y quiero decir realmente básicos: el ABC que tan difícil nos resulta pillar a algunos
Lo primero que quiero aclarar es que sigo muy verde en técnicas para pintar miniaturas. Huelga decir que no soy ningún virtuoso del pincel. Es más, ni siquiera considero que tenga buen pulso. No obstante, creo que es una buena idea escribir este artículo porque, desde mi perspectiva, quizás pueda ayudar a alguien a evitar mis mismos errores. Confieso que cada vez que he buscado ayuda para iniciarme en este tema por Internet he terminado perdiéndome o desesperándome, quizás porque se dan demasiadas cosas por supuestas.
Por supuesto, cualquier comentario o sugerencia será bienvenida en el artículo. Voy a intentar hacerlo, además, de fácil consulta.
1. El concepto
Lo primero que hay que hacer cuando se empieza a pintar miniaturas es tomar conciencia de lo que estás haciendo: es decir, pintar miniaturas.
Esto no es como pintar en un papel o como colorear un dibujo en un cuaderno. No. Las miniaturas tienen relieve y son ellas las que indican por dónde tenemos que ir. Hay que cambiar el chip. Mi primer gran error fue no hacerlo y, así, mis primeras víctimas parecían el típico hermano pequeño excesivamente maquillado por su hermana mayor.
Este primer punto es muy importante: con los pinceles lo único que vamos a hacer es poner de relieve los detalles y las formas que se han esculpido en la miniatura. Es por esto que es recomendable que empecemos por limpiar las miniaturas de rebabas, rebordes y defectos. Una lima o una cuchilla suelen valer. De paso, así se echa un ojo a la miniatura en cuestión y nos familiarizamos con ella. Es sorprendente la cantidad de cosas que se pasan en una primera ojeada.
Este concepto, además, es la base de las técnicas básicas para pintar. Yo solo voy a explicar tres (básicamente, porque solo conozco tres; de hecho, ni siquiera estoy seguro de los nombres, ni de que una de ellas sea una técnica).
2. Imprimar
Cuando empecé a pintar miniaturas leí que era conveniente imprimar, así que me pillé un bote de pintura blanca de imprimación y embadurné un par de miniaturas. Fue una mala idea. Seguramente me pasé de cantidad de pintura y me cargué todos los detalles. Además, me desesperaba tener que esperar a que se secaran. Yo tenía ganas de pintar, no de imprimar.
Para los que les pasa como a mí, los sprays son una buena opción: puedes imprimar muchas miniaturas en muy poco tiempo y, al final, no salen tan caros como cabría imaginar.
¿Merece la pena imprimar? Sí, mucho. Yo imprimo en negro y sin mucha habilidad: meto las miniaturas en una caja de pañales al efecto, las rocío, las giro para pillarlas por otro ángulo, las rocío, y las giro una vez más para darles la última rociada en la zona ciega. No lleva más de unos minutos y, al día siguiente, tienes un montón de miniaturas para pintar cuyos detalles ya son mucho más visibles. Conviene, eso sí, tener la ventana bien abierta y ponerse una mascarilla.
Imprimar solventa dos puntos importantes:
1. La pintura agarra mejor sobre la capa de imprimación, lo que facilita todo.
2. El spray negro entra en los recovecos de la miniatura, lo que genera las sombras de oscuridad necesarias.
Un inciso: pintar, sin más
Se trata de pillar un pincel finico, pillar con la punta del mismo (no con el total de las cerdas) un poco de pintura y extenderla por la zona a pintar. La pintura debe ser viscosa. Si está muy líquida, se desparramará; si está muy seca, dejará poco pigmento o pegotes que deformarán la miniatura.
Las pinturas suelen tener base acuosa, así que se pueden diluir, dejar secar o mezclar. Es cuestión de practicar un poco.
Así se pinta el grueso de la miniatura. Luego se usan las técnicas de más abajo y, cuando terminas con ellas, le das un repaso a los detalles.
3. Pincel seco
Técnica útil donde las haya. Consiste en poner poca pintura en el pincel y después asegurarse de que todavía queda menos pasándolo por un pañuelo o un trapo viejo. De esta forma, cuando pasamos el pincel por la miniatura solo deja rastro en las zonas en relieve.
Conviene utilizar un pincel algo duro y que se pueda machacar a voluntad. Es una técnica ruda.
La pintura debe tener bastante pigmento. Si está muy aguada, no agarrará.
Al principio, si pones poca pintura, tienes la impresión de que no va a pintar nada, pero pronto sales de tu error: se trata de pasar una y otra vez el pincel por encima de la miniatura y, poco a poco, ves cómo va calando.
El pigmento va a quedar solo en la parte que más sobresale. Por eso, está técnica viene de lujo por ejemplo para pintar esqueletos (saca el blanco de las costillas y deja el imprimado negro en los espacios intercostales), cotas de malla, barbas, rasgos faciales, joyas, decoraciones, etc. Depende de lo que tenga tallada la mini. Realza hasta las arrugas de las capas.
Lo único que has de tener en cuenta es cuánto secas el pincel. Si lo dejas seco seco, casi no dejará traza cada vez que lo pases por la miniatura. Si dejas más pintura, los colores quedarán más vivos, pero impregnará también zonas de menos relieve.
Es una técnica sucia: vas a dejar marcas por todos lados, así que conviene también ver en qué momento la aplicas (mejor al principio). En cualquier caso, una vez seca esta capa, puedes retocar lo que sea.
Hay que tener en cuenta, además, que puedes dar varias capaz de pincel seco. El resultado se puede ver en las momias de arriba: una tiene solo pincel seco blanco sobre imprimado negro y a la otra se le ha añadido una capa de pincel seco de blanco + marrón (que por algún extraño motivo ha dado violeta; ya hablaremos en otro momento de mezclar pinturas).
4. Lavado
Es la técnica complementaria a la precedente. Si el pincel seco sirve para poner pigmento en los relieves, el lavado sirve para poner pigmento en los huecos o valles principalmente. Bueno, tampoco es tan así: más que como pintar los huecos, hay que verlo como homogeneizar la miniatura.
Con esta técnica hay que usar una pintura más aguada. Al aplicarla sobre la miniatura, cubrirá toda la superficie que se le deje pero resbalará, sobre todo, hacia las zonas profundas. Esto permite que se suavicen los tonos crudos (esa impresión de coloreado artificial que da aplicar sin más algunas pinturas) y crea una gradación en color de la miniatura.
No tiene mucho misterio, pero hay que elegir qué colores se mezclan y usarla con tiento, porque si se te va la mano podrás hacer poco más que secar con un trapo y retocar el desaguisado cuando esté seco.
Por ejemplo, en el fimir de la foto usé la técnica de pincel seco, sin secarlo tampoco mucho, para la cota de malla y la especie de armadura de la tripa, y la de lavado para que el verde goblin no quedara tan uniforme, añadiendo verde oscuro muy líquido que ha “dado forma” a los músculos. (El fimir esté sin terminar, ¿eh?).
A modo de conclusión:
Cuando se pinta una miniatura hay que dejar que su relieve “hable”.
Se imprima para que la pintura de base agarre bien y los huecos queden negros, lo que resalta líneas de ojos, bocas abiertas, cotas de malla, etc.
La pintura básica se aplica con un pincel normal en cantidad normal: que no resbale por todos lados pero que deje pigmento de un modo uniforme. Así se dan los colores básicos de la miniatura.
Para resaltar los detalles, pincel seco: poca pintura, casi nada, y a frotar el pincel sobre los relieves. Estos solos cogerán el pigmento.
Para homogeneizar y suavizar, lavado: pintura aguada que se deja escurrir por la zona a pintar.
Con estas técnicas básicas se consigue que las miniaturas parezcan ya eso, miniaturas, y no aberraciones como algunos somos capaces de conseguir.
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