La rabia interior

Imagen de Kaplan

Reseña de Demo, la serie de Brian Wood y Becky Cloonan editada por Planeta DeAgostini

 

Brian Wood es en estos momentos, con Bill Willingham, el guionista más importante de la línea Vertigo. Apadrinado en sus inicios por Warren Ellis, que guionizó sus argumentos en Generación X e ilustró las portadas de su interesantísima Global Frequency, este guionista y dibujante ha conseguido hacerse un hueco en el mundo del cómic gracias a tres títulos. Northlanders, el más reciente, ofrece una visión descarnada del pueblo vikingo mediante arcos argumentales independientes dibujados por diferentes artistas. DMZ, el más longevo, lleva camino de convertirse en uno de los clásicos de la línea adulta de DC y ha hecho méritos de sobra para ello al contar el día a día de Matty Roth, un periodista freelance, en una Nueva York convertida en tierra de nadie tras una hipotética segunda guerra civil estadounidense. Y Demo fue el primero de sus grandes trabajos, una maxiserie en doce números dibujada por Becky Cloonan. En ella, Wood ofrece otra versión de la historia que realizó con Ellis en Generación X. Mientras que en ésta los protagonistas eran mutantes rechazados por la sociedad pero que salvaban al mundo día sí día también, en Demo el guionista se aleja del enfoque superheroico y encuentra su influencia más evidente en el mítico Agujero Negro de Charles Burns, en el que las mutaciones de los personajes no eran más que manifestaciones de la desazón interior que caracteriza la adolescencia.

Más allá de la temática común, cada número de Demo es autónomo. Son doce historias independientes, en las que los protagonistas se encuentran solos ante un mundo que les rechaza, no tanto por su anomalía (que, en algunos casos, es casi imperceptible para los demás) como por sentirse ajenos a todo lo que les rodea: sus familias, el trabajo, sus parejas... En este caso, sus poderes no son más que catalizadores de una tensión creada por la incomprensión del prójimo. De este modo, el espectáculo de las mallas y la telequinesis cede relevancia ante el angst juvenil.

Demo supone el acercamiento más evidente de Brian Wood al cómic independiente, algo con lo que ha jugueteado a lo largo de toda su carrera, y lo hace por medio de unos guiones muy bien trabajados. No todos los números rayan al mismo nivel de calidad -algo que ocurre en este tipo de colecciones (recordemos la mentada Global Frequency, con un andamiaje similar a Demo)-, pero, en cambio, en ninguno encontraremos un personaje estereotipado o esquemático, nunca daremos con un diálogo impostado. El punto fuerte de Wood ha sido siempre su pasmosa facilidad para crear personajes de carne y hueso, con unos matices bien definidos y reales. En esta serie se las arregla para que en unas pocas páginas conozcamos al personaje, sepamos qué le aflige y -lo más difícil en una serie sobre jóvenes (y no tan jóvenes) inadaptados- empaticemos con ellos. Que Wood se sintió muy cómodo escribiendo esta serie se nota en cada página; de hecho, está planeada para el año que viene la publicación de un nuevo volumen de Demo.

A todo lo dicho anteriormente contribuye Becky Cloonan con un dibujo en blanco y negro a medio camino entre Craig Thompson y Mike Allred. El mundo que retrata Cloonan es sucio, desolador, hostil con los protagonistas, como tan bien refleja en esas viñetas a página completa con la que acaban algunos capítulos y que muestran lo pequeños que se sienten ante un mundo que les ha dado la espalda.

La edición integral de la obra por parte de Planeta se antoja la mejor opción para degustar Demo, ya que los capítulos, aislados unos de otros, se leen en un momento y saben a poco. A pesar de estar formado por historias independientes, esta serie adquiere verdadero valor en conjunto. Por otro lado, al tratarse de una obra en blanco y negro, el precio del volumen es bien razonable si tenemos en cuenta su grosor, por lo que la compra está más que recomendada tanto por continente como por contenido.

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