Ediciones Irreverentes noviembre 2009
La editorial nos presenta sus últimas novedades
Antología del relato negro I
(Narrativa, 68)
La Antología del Relato Negro I de Ediciones Irreverentes muestra las mejores formas de cometer un crimen, los rincones más negros del alma humana, nuestros deseos insatisfechos, el odio, la necesidad de la venganza, y nos recuerda que tras cada esquina se esconde un enemigo, un posible asesino. Son diecisiete propuestas de narrativa muy negra, servida fría, que intencionadamente se alejan de los viejos clichés del género. La novedad de los planteamientos estéticos y de contenido logran que el impacto de estos relatos verdaderamente magistrales sea mayor que el del género negro mostrado desde el punto de vista tradicional. La sorpresa espera agazapada en cada cambio de página.
Ediciones Irreverentes ha reunido un grupo magistral de narradores, comenzando por el escritor francés Anatole France, Premio Nobel de Literatura. Aportan sus negras visiones desde América el argentino Horacio Vázquez Rial, el mexicano Juan Patricio Lombera y el colombiano Nelson Verástegui. Nos ofrece un clásico de la literatura negra el gran escritor norteamericano H. P. Lovecraft. Y contribuyen con lo mejor de la nueva narrativa autores españoles como José Enrique Canabal, José Manuel Fernández Argüelles, Pedro Amorós, Isaac Belmar, Manuel Villa-Mabela, Francisco Legaz, Manuel A. Vidal, Tomás Pérez Sánchez, Álvaro Díaz Escobedo, Andrés Fornells y el Padrino de la hermandad Irreverente, Miguel Angel de Rus. Y por si fuera poco, amor y muerte se mezclan en el impactante relato de Antonio Gómez Rufo.
La Antología del Relato Negro I es una apuesta atrevida para los amantes del crimen que sin duda sabrán degustar los paladares más selectos.
Fuera de quicio
José Luis Alonso de Santos
(Teatro, 12)
Nada más irreverente que este texto de José Luis Alonso de Santos en el que las monjas del psiquiátrico trapichean con droga, el director del manicomio –y por lo tanto representante del orden establecido– mata a su mujer, se dedica al espionaje y quién sabe qué más maldades, y la madre superiora en lugar de dedicarse a Dios y a sus obras de caridad se dedica al sexo pecaminoso con un indeseable. En Fuera de quicio las únicas personas razonables son los locos… como en la sociedad mundial de comienzos del S.XXI. Quizá como en todos los tiempos.
Este texto que nació en la libertad voluptuosa y frenética de los años posteriores a la muerte de Franco ahora resulta casi imposible de representar por escandaloso; una cosa es caer en el vicio, que es justificable, y otra que un cómico lo plasme en el papel. En Fuera de Quicio encontramos la mejor herencia del esperpento de Ramón del Valle Inclán, del humor costumbrista de Arniches, la capacidad de absurdo de Miguel Mihura y Enrique Jardiel Poncela y un sarcasmo sobre las personas respetables que encantará al amante del teatro destinado a ser eterno. Alonso de Santos eleva a la categoría de héroe al perdedor, destrona al triunfador y nos nuestra el otro lado de la capa que cubre las miserias de la sociedad.
En un extraordinario prólogo Elena Cánovas cuentas las peripecias que ella y el autor vivieron al representar la obra con el grupo Yeses, formado por las presas de la cárcel de Yeserías. Presas y locas se convierten por la magia de autor y directora en personajes míticos de la España de charanga y pandereta que cada vez nos resulta más extraña.
El juglar del Cid
Pedro Víllora
(Teatro, 12)
Como señala Fernando García de Cortázar en su prólogo, «Pedro Manuel Víllora ha imaginado un cantor que acompaña al Cid en sus andanzas y anota las aventuras del guerrero castellano; un juglar medio hebreo, medio árabe, medio cristiano y medio actor que sabe todas las palabras y todos los relatos del mundo; un ser mítico que canta todo lo que ha sido, todo lo que es y todo lo que será, y que, al seguir a Rodrigo Díaz de Vivar y popularizar sus hazañas, hace que aquello que fue una vez vuelva a ser, infi nitamente. Si cerramos los ojos, podemos verlo siguiendo a los guerreros en sus briosos caballos, corriendo por los campos, teniendo fi eros encuentros… Y aunque no todo es verdad en lo que relata este juglar, en su canto queda el pulso guerrero del Cid, el paso sonoro de los días que motivaron el poema, su fi gura ejemplar, sus palabras como valiosas monedas, y esa decisión de vencer que conduce, sereno, al guerrero contra los enemigos… allí donde habitan los héroes de leyenda».
Para el historiador, «gracias a El juglar del Cid sabemos mucho más de nuestro primer héroe literario-histórico nacional y, en consecuencia, de una España que alborea con el paso solemne de Castilla. La Historia ha venido a traer naciones y ¿qué quiere sino que convivan en mansedumbre? Ella nos ayudará a afrontar la realidad de España. Ahora se ha acercado a ella con brillantez y originalidad Pedro Manuel Víllora y por eso lo celebro».
La muerte lúcida
Paloma Cabadas
La muerte lúcida es la consecuencia natural de haber vivido con lucidez –nos revela este libro– y encontrar sentido a la vida y a la muerte es una de las tareas más importantes que el ser humano debe acometer en su existencia. La sociedad actual ignora y vive de espaldas a la muerte, perdiendo en gran parte el sentido natural del fin de la existencia humana. Prepararse para afrontar la muerte de los seres queridos y la propia, es una asignatura pendiente en nuestros días que llena de incertidumbre a muchos de nosotros. Basándose en una experiencia de más de doce años de investigación, la psicóloga
Paloma Cabadas nos descubre en «La muerte lúcida», entre otras cosas:
– Qué son y cómo interpretar los sueños, intuiciones y premoniciones.
– Cómo perder el miedo a lo desconocido, a los cambios y a la pérdida de identidad.
– Cómo superar el miedo a lo que no nos deja vivir.
– A utilizar el autoconocimiento como sistema curativo.
– Cómo afrontar experiencias ajenas a nuestro propio cuerpo.
– A conocer cómo es la vida después de la muerte.
El individuo empieza a ser verdaderamente humano cuando descubre su naturaleza trascendente, explora cabalmente sus estados de conciencia, tiene percepciones claras e inequívocas de su presencia en tantas esferas de la realidad y es capaz de incorporar todo a la vida cotidiana con total naturalidad. Toda una lección en la que la muerte es la máxima comprensión de la vida.
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