Fantasía

Bola de sebo

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Reseña de este recopilatorio de historias de Guy de Maupassant que Incluye Bola de sebo, El amigo Patience, La dote, El mostacho, La cama 29, El protector, La cabellera, El crimen del tío Bonifacio, Rosa, La confesión, El adorno, La felicidad, Una venganza, Coco, Sobre un muerto, El invernadero, Un duelo, Una velada, El vengador, La espera y Primera nieve

Rebelión en la granja

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Reseña de la novela fabulosa de George Orwell, uno de los clásicos más interesantes de nuestra reciente historia sociopolítica.

Groonan, aka Groo

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Breve artículo sobre esta sorprendente creación de Sergio Aragonés que ya ha visto más de un cuarto de siglo

Adolfo y sus monstruos

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Reseña del relato ilustrado de Joaquín Rosado Martel publicado por Grupo AJEC

Tormenta eterna en Kios: Epílogo

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La ciudad de Kios sobrevivió imperturbable a la matanza que en su seno se había llevado a cabo. Sus hombres y mujeres siguieron consagrados a la guerra y a sus crueles deidades. Los dioses del Mar Gélido extendieron su dominio y el testimonio de dolor y muerte de los descendientes de Orlik cayó en el olvido. Nadie ocupó el trono de la Dama Espectral. Nhao creó una asamblea de capitanes encargada del gobierno efectivo de la ciudad estado. La ley marcial marcaba las vidas de sus ciudadanos y las campañas de guerra tiñeron de sangre los mares del norte. La profecía de Kela se cumplió y Nhao no volvió a abandonar la ciudad; su acero nunca hubo de medirse de nuevo y la tristeza y la desesperación quebraron su corazón.

Tormenta eterna en Kios: Capítulo XII

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La bahía de Ankar asemejaba una olla hirviendo. El mar, azuzado por los dioses de las tormentas, se bandeaba y estrellaba una y otra vez contra la costa. Parecía querer trepar hasta la ciudad estado para sumergirla en sus aguas, robando el privilegio de mojar sus calles a la insistente lluvia. La violenta tempestad que se cernía sobre la urbe era un extraño regalo de los cielos, pues había impedido a la flota kiana acercarse hasta el puerto. Mientras las olas mantuviesen una altura similar ni el más temerario de los marinos se atrevería a acercarse a la costa.

Tormenta eterna en Kios: Capítulo XI

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La paz había retornado al fin a las impasibles piedras de Kios. Hartas de beber sangre y de contemplar el dolor habían mantenido a la ciudad desafiante sobre el acantilado. Ni las violentas tormentas ni los retorcidos designios de los humanos habían conseguido provocar su hundimiento, ni atacándola físicamente ni provocando a sus espíritus protectores.

Tormenta eterna en Kios: Capítulo X

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La mañana se había presentado cubierta de brumas. La temperatura era baja, insoportable para cualquier habitante de tierras más meridionales, pero los rudos habitantes de Kios habían nacido en cunas de hielo y sus cuerpos estaban acostumbrados a tan arisco clima. Un manto de espesa niebla se había cernido sobre la ciudad aprovechando la ausencia del viento de la jornada anterior.

Tormenta eterna en Kios: Capítulo IX

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Un relámpago tiñó con su suave luminiscencia las calles de Kios. La lluvia persistía en lavar la ciudad, como si los dioses de las tormentas estuvieran disgustados por el enfrentamiento e intentarán borrar todo rastro de su existencia. Apoyado en la barandilla de uno de los balcones de su torre, Arrenus disfrutaba del ronco protestar de los truenos. Su mirada se paseaba por las siniestras calles de la polis, en busca de algún movimiento, pues aquella noche esperaba visita. El dulce calor despedido por la chimenea de la sala le producía unos suaves escalofríos al enfrentarse al cortante frío del exterior. Al rato optó por esperar sentado junto al fuego, a sabiendas que la recepción se consumaría en breve.

Tormenta eterna en Kios: Capítulo VIII

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La casa del obispo de Kios era una de las pocas que poseía un pequeño jardín. Debido a la situación de la ciudad, encaramada sobre un acantilado, el espacio edificable era un bien muy preciado. Dicho jardín era una distinción del rango del dueño de la casa y una de sus principales aficiones. Cubierto por jóvenes sauces y adornado por finas columnas, constituía uno de los sitios más tranquilos y relajantes de la polis.

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