Cuando Zstkips la cucaracha se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre una cama convertida en un monstruoso ser humano llamado Gregorio Samsa.
Sus muchas patas, tan gráciles y estilizadas, se habían convertido en dos brazos y dos piernas humanas, demasiado grandes para su torso. «¿Qué me ha ocurrido?», pensó. No era un sueño. Era verdaderamente un ser humano, uno de esos horribles gigantes esclavos de las cucarachas que les proporcionan comida y protección en sus cocinas y casas.
«¿Qué pasaría – pensó – si durmiese un poco más y olvidase todas las chifladuras?» Pero no pudo volver a dormirse. Por su mente pasaban muchos pensamientos ajenos. Sabía, por ejemplo que tenía que ir a un lugar llamado “almacén” llevando en su pata delantera un apetitoso bocado de celulosa llamado “formulario”. Pero en vez de comérselo, tenía que mancharlo con un pis negro llamado “tinta” para “levantar un pedido de mercadería”, significara eso lo que significara. Decidió que no iba a dejarse influenciar por esa inferior mente humana que la perturbaba, y después de dar muchas vueltas en la cama volvió a dormirse.
Cuando Zstkips despertó, era de nuevo una cucaracha. Pero no tuvo mucho tiempo de alegrarse. Estaba todavía en la cama, en la misma habitación donde se había despertado antes, y tenía el tamaño del maldito ser humano. Sus patas se movían sin ton ni son. No podía moverse, y no podía extirpar la mente del ser humano de su mente.
Entonces, buscando información en la mente humana, comprendió lo que había pasado. Eran esas bolitas verdes tan apetitosas que había comido anoche. Era veneno, un veneno que había sido puesto a propósito para matarla. Era el veneno sobre el que circulaban tantas historias, el veneno que destruye poco a poco el sistema nervioso. La Suprema Sacra Cucaracha Marrón estaba equivocada. Los humanos no adoraban a las cucarachas, y ocasionalmente castigaban a las que pecaban. Los humanos las consideraban una peste, universalmente. Querían matarlas a todas. Lamentó saber esto recién ahora, lamentó no poder refutar en público a la Sacra Cucaracha y todo su sistema de creencias, sus mitos insensatos.
Afuera de la habitación se escuchaban aullidos humanos. El veneno era muy potente, porque creía poder entenderlos.
—¡Gregor! —llamó una voz — son las siete menos cuarto. ¿No tenías que levantarte temprano hoy para trabajar?
—Sí, gracias, mamá —se escuchó decir asombrada — Ya me levanto.
Zstkips miró dentro de la mente humana para entender lo que “mamá” significaba. Cuando entendió, trató desesperadamente de despertarse, porque comprender que sentía esos sentimientos tiernos por un horrible humano asesino la aterrorizó. Al mismo tiempo, se recordó que no debía dejarse dominar por los exagerados sentimientos del ser humano. Una objetiva consideración de su situación era mejor que sacar apresuradas conclusiones.
Decían que se había convertido en un insecto. ¡Como si tal metamorfosis fuera posible, como si los humanos pudiesen tener un lenguaje! ¡Como si las cucarachas pudieran denigrarse tanto como para entender a los seres humanos! Se preparó para una larga y dolorosa agonía, llena de alucinaciones.
Bienvenido Mario Daniel Martín
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