APUNTES SOBRE EL SUICIDIO
Cuando era niña tuve un sueño perturbador. Unas personas me secuestraban y me llevaban a una ferretería. Me sentaban en una silla junto a una mesa y entonces pasaba algo sorprendente: uno de los secuestradores me daba a elegir entre ponerme en la barriga un vaso o un cuchillo. Yo, que en un principio tenía la sensación de haber salvado la vida, me estremecía segundos después de decir la palabra vaso. Una comprensión intuitiva, casi inconsciente, me invadió en el centro mismo del sueño; cualquier cosa, por insignificante que parezca, puede en el momento menos pensado convertirse en una amenaza. El vaso no era una posibilidad de salvación sino el aviso de algo terrible. Así lo recuerdo muchos años más tarde. Sin embargo, mi intención no es aquí hablar sobre la perversidad de las cosas, de la que, por otra parte, cualquier mortal podría ofrecer numerosos ejemplos, sino contar mi historia con los cuchillos. Debo aprovechar mis pocos momentos de lucidez, el poco tiempo que me queda de vida para dejar constancia de los hechos que están próximos a darme muerte. De repente un día recordé mi sueño mientras cortaba pan y desde entonces mi temor hacia los cuchillos no ha dejado de crecer. Porque, seamos sinceros y aun realistas, un cuchillo es peor que un vaso, de eso no hay duda (un vaso se puede romper y convertirse en arma mortal, es cierto, pero exige por nuestra parte cierto esfuerzo físico e imaginativo); un cuchillo, sin embargo, es un objeto diseñado para cortar, para ser clavado, y si los objetos no tienen el don de la discriminación, tampoco lo tienen muchas de las personas que los utilizan. Por otro lado, si los objetos de este mundo pudieran discriminar, la vida sería bastante más siniestra. Del mismo modo, la idea de un hombre cualquiera manejando sin censura todo tipo de objetos puede llegar a ser profundamente turbadora… Pero volvamos a los cuchillos. Empecé apartándome de ellos si alguien tenía uno en sus manos, me parecía que, en un momento, la mano podría perder el control de los movimientos; a pesar de aquellos pensamientos, podía usarlos todavía sin problemas. Más adelante, y siempre tomados por una mano, comencé a vislumbrar en los cuchillos algo como una mirada, como si, conocedores de las artes de la sutileza, estuvieran tratando de decirme algo. Reconozco que a veces creía que estaban intentando causarme algún tipo de daño moral. Una noche, me metí en la cama y pensé en ellos; los imaginé guardados en el cajón, limpios y perfectamente ordenados, brillantes, y me estremecí. Entonces me asusté al pensar que quizás habría quedado alguno fuera. Estuve a punto de levantarme para comprobarlo pero me contuve y terminé por dormirme.
Otras veces, mientras fregaba los platos, miraba los cuchillos con desconfianza y me cuidaba mucho de ponerme a tiro de sus filos. Pero eso acabó pasando. Un cuchillo que había usado hacía un momento cayó en mi pie izquierdo y me hizo un pequeño corte que limpié rápidamente. Me asusté. No sé si hice mal, pero tiré el cuchillo a la basura. Desde ese momento, me fue imposible cogerlos; también en ese mismo instante, y como un comentario cínico y lleno de impiedad, aunque casi diría mejor que sentí una fuerza como de borde de abismo, surgió en mí una atracción ilimitada hacia ellos. Pensé que lo paradójico no tenía fin en este mundo. A partir de ahí, todo se hizo cada vez más insoportable. Por las noches no podía dormirme porque me aterraba la idea de que, dormida e inconsciente, me levantara, fuera hacia la cocina, cogiera un cuchillo y pudiera matar a alguien. Así fue, ese pensamiento devastador y que casi no podía concebir como mío, convirtió mi existencia en una pesadilla inconfesable. Creía que las cosas no podrían empeorar, pero la fealdad es ilimitada en este mundo; en mi caso fue un resuello nocturno que penetró en mi habitación. Procedía de la cocina y no se oía con claridad. Me concentré en aquella semivoz opaca y hueca; el corazón me dio un vuelco… mi nombre… estaba diciendo mi nombre. Aquello no duró mucho. Sin embargo, ya no pude dormir en toda la noche, aunque por lo menos conseguí reprimir el impulso de levantarme. La angustia ya no cesó de aumentar. Me metía en la cama y al momento aparecía en mi mente la imagen vívida de un cuchillo sonriéndome, esperando paciente. Entonces ya no podía dormir; nunca podía dormir. La materialización del horror no era un don que yo hubiera pedido, y muy a mi pesar, noche tras noche, iba adquiriendo, cada vez más, formas muy cercanas a la perfección. En una mañana insomne, comprendí mi auténtico temor. Y lo comprendí como se comprenden las verdades esenciales; inesperadamente pero sin sobresalto. No se trataba de la posibilidad abstracta de matar lo que me estaba haciendo enloquecer. No, el temor era pura concreción y tenía movimiento circular; lo que estoy tratando de explicar con tanta torpeza es que los cuchillos estaban esperando que los tomara en mis manos para darme muerte. Así que rápidamente procedí a retirar todos los cuchillos de mi casa, aun a riesgo de que aquella fuera mi última actividad en el mundo de los vivos. Fue una labor aberrante. Interminable. Desde ese día, cada noche, antes de dormirme (siempre un sueño superficial e inútil) pienso que hoy sí, que conseguiré encontrar el cuchillo que sé que todavía queda en la casa. Lo sé porque puedo oír cómo me llama por mi nombre cada noche, todas las noches y pienso que sí, que hoy lo encontraré y entonces acabará todo.
T. Apuntes sobre el suicidio
A qué te refieres con "hay gente que sólo sabe escribir sobre sus vivencias"? Imagino lo que debes estar pensando, pero te equivocas 100%... Es una pena que la gente juzgue sin tener ni puta idea.
Gracias por el apoyo de todas maneras....
Hola Dark-eyed lady,
Siento si te ha molestado mi comentario...
Para nada he querido juzgar. Pretendia ser un toque de ironia... con el "¿sigues ahí?", pero veo que ha sido desafortunado.
Saludos,
Me disculpo por mi salida de tono y agradezco tu fantástica broma...
saludos
Hola
Me ha gustado mucho el relatillo:) sobre todo esa forma en que las pesadillas van invadiendo la realidad de la protagonista, como si fuera una locura latente que estalla poco a poco. Muy bien..
Eso sí, el título me resulta bastante revelador ^^ , me habría gustado llegar por mi cuenta a esa conclusión.
Un saludo.
Dark-eyed lady, me encantó tu relato de terror psicológico, me gustó mucho la idea, y la intensificación de la locura de la prota, paulatinamente, paso a paso... Te felicito: se lee de un tirón y con mucho gusto. ;-)
éxitos!!!
Una idea muy interesante, y el planteamiento es muy original. Sin embargo, creo que al relato le hubiera venido bien un pequeño pulido para que ganara toda la intensidad que lleva el concepto. Por un lado, creo que el título es excesivamente revelador y predispone al lector en una dirección; con algo más ambiguo creo que hubiera aumentado la tensión a lo largo del desarrollo al contemplar la extraña relación de la protagonista con los cuchillos. Por otro lado, hay algunos pasajes que rompen el ritmo, que en líneas generales asciende sin piedad -un gran acierto en la historia-.
En definitiva, me ha parecido una muy buena idea para un relato y bien llevada en líneas generales, pero a la que le falta un pequeño limado para que brille todo lo que debería.
Denso... (lo he tenido que releer con calma) pero sobrecogedor. El planteamiento es muy original.
Es cierto lo del título. Anticipa un final que debería ser sorprendente.
Enhorabuena,
N.
Me ha gustado bastante tu relato, me parece que está muy bien escrito, aunque quizá tienen razón los que lo ven un poco denso y quizá también los que opinan que el título es demasiado revelador.
Dark.eyed lady... sigues ahí???
Hay gente que solo sabe escribir sobre sus vivencias...
Me ha gustado la idea.
Suerte!