DULCE Y HERMOSA SANGRE
- ¿Crees que ella es la humana que estamos buscando Grace?
- Por supuesto, es perfecta Marcus.
- No estoy seguro hermana, es tan… humana… tan débil…
- No, te equivocas, es fuerte, más que otros humanos. Es quien estábamos buscando, sin ninguna duda…
- ¿Y qué tienes planeado? ¿Cómo harás para que venga a nosotros?
- Tú la traerás hermano. Tú harás que venga a nuestra guarida.
- ¿Bromeas? ¿Y cómo se supone que voy a hacer algo así?
- Con tu increíble don de gentes, ¿o debería decir con tu increíble don con las mujeres?
- Grace…
- No quiero oír ninguna objeción ¿entendido?
- Entendido hermana.
En esa fría noche de invierno, una joven muchacha de pelo castaño y ojos verdes, corría por un estrecho callejón para llegar pronto a casa y resguardarse del viento, mientras dos figuras con ojos oscuros la observaban desde lo alto de una azotea esperando a que llegara el momento de poder tener a aquella increíble humana en su poder…
Emily corría entre las sombras desesperada por llegar pronto a casa, aquel día hacia muchísimo frió, tanto que sus huesos estaban entumecidos como si se hubiese tirado semanas sin moverse ni un milímetro. Su abrigo de piel color granate era largo hasta los tobillos, y sus guantes y su gorro eran de lana beig, llevaba una bufanda bien anudada al cuello, y tantas camisetas que había perdido la cuenta cuando termino de ponérselas. Iba abrigada más que ningún otro día, y aun así el aire helado traspasaba toda la tela hasta llegar a su fina piel y congelarle los músculos como si de un gran bloque de hielo se tratara. Por suerte su casa ya quedaba bien cerca, a tan solo un par de calles, apresuró el paso hasta llegar a su portal y sacó las llaves de su bolso. Cuando entró se sintió bien de nuevo, dentro también hacia frió, pero ni mucho menos era como estar en aquellas calles que ese día parecían el polo sur. Rony dio saltito del sofá y se apresuró a darle la bienvenida a su ama ronroneando y paseándose entre sus piernas.
- Hola Rony, siento haber llegado tan tarde, he tenido mucho trabajo en la tienda, y no me han dejado salir hasta ahora, pero mira, te he traído un regalito, es pastel de arándanos. En seguida te pongo un poco en un platito.- le decía Emily a su gato mientras le acariciaba la cabeza con dulzura.
Aquel cariñoso gato gris había sido su única compañía en los últimos cuatro años, desde que su madre murió dejándola sola en aquella enorme casa. Ella siempre había estado con su madre desde que su padre las abandonó cuando Emily aun era muy pequeña, su madre había sido su mejor amiga desde siempre, habían hecho muchísimas cosas juntas, desde contarse secretos hasta irse de viaje las dos solas a la otra punta del mundo. Su madre era una persona estupenda, sin embargo, un año le detectaron que tenia cáncer linfático y ya no pudieron hacer nada por ella, unos pocos meses después su madre se había ido para siempre, y allí se quedó Emily, con diecinueve años, llorando día tras día junto a la cama donde siempre había dormido su madre. Pero el tiempo, aunque pasó muy lentamente, no se detuvo, y llegó un día en que sus ojos dejaron de llorar y su madre se convirtió en un hermoso recuerdo con el que soñar por las noches.
Emily se quitó su abrigo y lo colgó en el perchero que había junto a la puerta, se sentía muy cansada, últimamente siempre trabaja hasta muy tarde en la tienda de dulces, se preguntaba constantemente por qué diablos tenían que cerrar tan tarde, a las once de la noche nadie con dos dedos de frente se atrevería a salir a la calle para comprar una tarta con el frió que hacia. Se acercó a la cocina y sacó dos platos, puso un pequeño trozo de pastel de arándanos en uno de los platos y lo dejó en el suelo para Rony, el gato fue dando pequeños y graciosos saltitos hasta el dulce que le había puesto su ama y empezó a comérselo con grandes lengüetazos. Emily se puso otro trozo de pastel en su plato y se sentó en la mesa, le dio un par de mordisquitos, y terminó jugueteando con su cuchara sacando todos los arándanos a un lado como si no le gustaran, al final se levantó y le echó su trozo de pastel a Rony, el seguro que lo disfrutaría mas que ella.
- Buenas noche Rony, hoy estoy muy cansada, así que voy a irme a la cama pronto. Dejare la puerta abierta para cuando vengas.
El gato no levantó la vista de su plato y siguió relamiéndose con el pastel. Emily subió las escaleras y entró en su habitación, empezó a quitarse toda la ropa que llevaba y se puso su pijama de piel de melocotón, era el mas calentito que tenia, y viendo el frió que hacia era su única opción, se tumbó en la cama y se quedó dormida en seguida, solo se despertó un poco cuando notó a Rony subirse a la cama y acomodarse entre sus pies, menos mal que al día siguiente tenia el día libre porque no hubiese podido soportar tener que levantarse temprano otro día mas.
A las siente y media de la mañana sonó el timbre de la puerta, Emily se despertó un poco sobresaltada y sorprendida, miró el reloj de su mesita y al ver la hora que era volvió a meter la cabeza entre las sabanas, quien quiera que fuese tendría que volver mas tarde. Pero el visitante siguió insistiendo, hasta convertir el sonido del timbre en un ruido insoportable que ya no le permitía seguir durmiendo. Emily se levantó de la cama gruñendo y maldiciendo y se encaramó malhumorada escaleras abajo, cuando llegó a la puerta abrió de las peores maneras de las que le fue posible y entonces vio a un hombre muy atractivo en el umbral de su puerta fumando un cigarrillo. Tenia el pelo negro como el carbón igual que los ojos, y vestía unas ropas oscuras un tanto ligeras para el frió que hacia fuera, pero sin lugar a dudas lo que mas llamaba la atención de aquel hombre era su pálida piel, que era tan blanca como la tiza, y tan fina que parecía casi traslucida, aun así su belleza era abrumadora, parecía un modelo sacado de alguna revista. Emily se quedó un momento embobada mirándole, tenia que decir algo pronto o parecería estúpida, pero estaba recién levantada y atolondrada así que lo mas inteligente que podía decir en ese momento sin parecer idiota era:
- Hola.
- Buenos días.- El hombre estaba muy tranquilo, dio una ultima calada a su cigarrillo y lo lanzó hasta la carretera.- Mi nombre es Marcus Green, y estoy buscando a una mujer llamada Emily Dine, ¿sabe usted si vive aquí?
- Si, yo soy Emily, ¿en qué puedo ayudarle?
- Tengo una oferta de trabajo que quizás pueda interesarle señorita Emily, si fuera usted tan amable de invitarme a entrar para que se la comentara.
- Si, desde luego, pase.- Entonces Emily se dio cuenta de aspecto, estaba en pijama y toda despeinada.- Podría esperar fuera un momento, me gustaría subir para arreglarme un poco.
- Desde luego, tómese su tiempo.- El hombre sonrió y le hizo un gesto con la mano para que procediera.
Emily volvió a cerrar la puerta y subió a su habitación, se puso lo primero que pilló del armario y se peinó su larga melena castaña. Volvió a bajar las escaleras y abrió la puerta, el hombre seguía allí, esperándola en el portal, cuando la vio le dedicó una sonrisa con unos inmaculados dientes blancos y se dispuso a entrar en la casa.
- Mucho mejor, señorita Emily, siento haberla despertado, pero debía venir a verla temprano, suelo estar muy ocupado y este era el único momento que tenia.
- No se preocupe, me gusta madrugar, y estaba a punto de levantarme.- Era una pequeña mentira, pero qué importaba, si un hombre tan guapo como aquel la había despertado no tenia importancia.- Siéntese por favor.
El hombre tomó asiento en un sillón y empezó a comentarle su oferta, se trataba de una empresa de cosmética a las afueras de la ciudad, le dijo que vendrían a recogerla todas las mañanas a las nueve, para poder estar allí a las diez de la mañana, que el horario seria de diez a una, y de cinco a ocho, era mucho menos de lo que trabaja en la tienda de dulces, por no hablar del dinero, en ese sitio le iban a pagar mas del doble de lo que cobraba ahora. Marcus se ofreció a llevarla esa misma mañana para que viera las instalaciones, y Emily accedió encantada. Se montaron en el coche que el hombre tenia aparcado en la carretera, un mercedes negro deportivo de dos plazas, y en una hora aproximadamente llegaron a lo que se suponía era la empresa de cosmética, Emily pensó que era demasiado lúgubre para que aquello fuera de cosmética ni nada parecido. El hombre la guió hasta dentro de una gran sala y allí se encontraba una mujer con el cabello corto y pelirrojo sentada en un gran sillón de piel negro, al verlos sonrió y miró al hombre.
- Buen trabajo Marcus, ahora termina lo que hemos empezado.
- Si Grace.
El hombre abrazó a Emily por la cintura y se acercó a su cuello, Emily sintió una punzada de dolor y después dejó de sentir nada.
-Lo siento Emily, pero es mejor así te lo aseguro, algún día lo entenderás.- Marcus puso cara culpabilidad.- Nosotros somos vampiros, y te necesitamos, igual que tú a nosotros, lo siento.- y entonces Emily se desmayó.
Bienvenido/a, Tatiana_88.
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