Las palabras llegaron, como si tal cosa, cuando dejó de buscarlas. Se había pasado casi toda la noche en vela esperando a la inspiración, y justo cuando se rindió ante el cansancio físico y se disponía a meterse en la cama, su musa le sacó de ella de un salto.
Unos rayos de luz que se colaban a través de las rendijas de la persiana le indicaban que ya estaba amaneciendo, y su visión borrosa le recordaba que aún no se había acostado. Pero le daba igual. Las ideas se cruzaban por su mente más rápido de lo que sus manos eran capaces de escribir. Temía dejarse algo en el tintero. En apenas unos minutos, la tormenta creativa había descargado sobre el papel decenas y decenas de pinceladas. Ahora sólo quedaba que el artista compusiese un cuadro utilizándolas.
El estridente sonido del teléfono le despertó. ¿Se había dormido? No recordaba haberse metido en la cama.
- ¿Q-Quién? - preguntó sin ocultar su voz somnolienta.
- Escúchame con atención porque no voy a repetirlo - dijo una monótona y neutral voz desde el otro lado. Difícil de saber si era un hombre o una mujer y mucho menos su edad.
- ¿Cómo? ¿Quién es? - volvió a preguntar más extrañado todavía.
- Estás en grave peligro. Antes de cinco minutos y medio deberás haber abandonado tu apartamento si aprecias en algo tu vida.
- ¿Pero qué… - Clic. La llamada se cortó bruscamente.
¿Qué había sido eso? ¿Quién le podía gastar una broma así? ¿Él, un simple y mediocre escritor, estaba en peligro de la noche a la mañana? Nada tenía sentido para él. Sin embargo, desde su subconsciente deseaba que fuera verdad, que aquello fuera en serio, que se viera envuelto en una trama digna de su mejor libro. Se convenció a sí mismo de que tenía que salir a la calle rápidamente a comprar pan, así que después de lavarse la cara y vestirse lo primero que encontró, salía por la puerta de su edificio en poco más de cinco minutos desde la llamada.
Miró su reloj aliviado y después a ambos lados de la calle. Esperaba que ocurriera algo cuando se cumpliera el plazo, así que se alejó despacio hasta el parque que había enfrente desde donde podía ver la manzana entera en la que vivía. Se sentó en un banco y esperó.
No ocurrió nada en cinco minutos, ni tampoco en media hora. De hecho estuvo allí sentado varias horas hasta que su casi infinita paciencia fue derrotada por su razón: le habían tomado el pelo. Aunque no se sentía mal por ello, ya que por un rato pudo saborear levemente la sed de aventura, la adrenalina de la expectación. Aquello no sirvió para nada más que confirmar sus sospechas de que su vida era una mierda: monótona, simple, solitaria. ¿Cómo iba a escribir algo decente si no tenía experiencias en las que basarse? Se planteó firmemente que al día siguiente iba a apuntarse a alguna excusión o agencia de viajes para conocer nuevos sitios más allá de las tiendas del barrio que conocía desde pequeño.
Iba a levantarse del banco cuando dos hombres rubios con jersey gris, abrigo negro y gafas de sol le volvieron a sentar de un golpe. Cada uno se sentó a un lado y miraban de un lado a otro los árboles, sin saber si estaban buscando algo o intentando parecer despistados.
- Veo que nos ha hecho caso… - empezó uno.
- … y realmente aprecia su vida - concluyó el otro.
- ¿Quiénes sois vosotros? ¿Habéis sido los de la llamada de esta mañana? - preguntó nervioso intercambiando miradas ansiosas de uno a otro.
- Nuestra identidad no es importante…
- … pero sí nuestro motivo. - se volvieron a completar la frase. Parecían gemelos de pensamiento.
- ¿Motivo?
- Sí, hemos venido a prevenirte.
- Estás siendo espiado y controlado - añadió el otro.
- ¿Yo? ¿Y qué he hecho yo para que alguien tenga interés en mí?
- Eso es información confidencial…
- … que no te puede ser revelada.
- Pues vaya. Si os digo la verdad, todo esto me parece una patochada, una broma de mal gusto. Así que si me disculpan - hizo ademán de levantarse -, yo me voy yend… -. Pero no pudo ni terminar la frase. De nuevo le detuvieron sujetándole los brazos. No había que fijarse mucho para ver que eran asiduos de gimnasio.
- No podemos permitirlo.
- Sería un riesgo que se moviera libremente.
- ¿Riesgo? ¡¿Pero de qué demonios estáis hablando?! Mirad, yo no sé quién os creéis que soy yo, pero estoy convencido de que os habéis equivocado de persona. Sólo soy un simple escritor que no ha conseguido publicar una obra completa en su vida - estalló sumido entre indignación y rabia. Ya no quería pensar que aquello fuera en serio. Sentía un poco de miedo y quería volver a la seguridad de su casa.
- Muy bien - dijo uno -. No nos deja otro remedio.
- Le acompañaremos a su domicilio para que… -. Dos rápidos zumbidos terminados por un golpe seco silenciaron el resto de palabras. Los dos hombres se inclinaron hacia él y cayeron a plomo. No pudo verlos, pero estaba seguro que sus ojos detrás de las gafas de sol eran de sorpresa y pánico. Se levantó sobresaltado provocando que los cuerpos inertes reposaran sobre el banco completamente.
Ahora tenía miedo, mucho miedo. ¿Estaban muertos de verdad? ¿La cosa iba en serio? Si habían sido francotiradores, también él estaba a tiro, y sin embargo sigue con vida. Maldijo y bendijo alternativamente su suerte varias veces. Puede que ya fuera tarde, puede que ya esté vigilado y desde hace tiempo, pero tenía que intentarlo y salir de allí corriendo. Aprovechando ahora que nadie parecía haberle visto en el parque.
Pensó en ir a la estación de autobuses y coger el primero que saliese lo más lejos posible sin importarle hacia dónde, o mejor en la estación de tren. Pensó en aislarse del mundo en una cabaña en el bosque donde pudiera seguir escribiendo y a salvo de todo el mudo. Al fin y al cabo, hacía mucho que ya se sentía en una burbuja. Pero cuando echó mano de la cartera para comprobar el dinero con el que contaba, se dio cuenta de que no la llevaba encima. Con las prisas al salir por la mañana se había dejado todo el dinero y documentación en casa.
Se armó de valor. Se convenció a sí mismo de que aún tenía tiempo y que nadie le estaría esperando en su piso con intención de matarle o secuestrarle. Abrió la puerta despacio como si fuera la de un castillo medieval, para evitar que pudiese hacer el más mínimo ruido. Oteó el pasillo y las habitaciones que podía ver desde el umbral de la puerta, y con una exhalación corrió hacia su dormitorio. Quería salir de allí cuanto antes, y dándose toda la prisa que podía, rebuscó nerviosamente revolviendo todos los papeles y ropa esparciéndolos por toda la habitación. Cuando por fin encontró la cartera, la alzó hacia arriba en símbolo de victoria, pero antes de que pudiera darse la vuelta para salir de allí a toda velocidad, otro golpe seco ennegreció su vista y su consciencia.
Lo primero que pensó cuando recobró sus sentidos, fue que estaba muerto. Supuso que había recibido otra bala como a aquellos dos tipos y había pasado a mejor vida. Un intenso dolor en la nuca le sugirió que pensara en otra posibilidad. Estaba sentado en su escritorio, y por el entumecimiento de su cara parecía que llevaba varias horas con la cabeza apoyada sobre la mesa. ¿Qué había ocurrido? Un asaltante furtivo sin duda pero, ¿qué pasó después? Se disponía a levantarse de la mesa cuando una extraña sensación de déjà vu le recomendó cautela. Tenía la sensación de haber vivido antes esa situación. Echó una ojeada a los papeles encima de la mesa y se quedó paralizado al leerlos. Frases y párrafos sueltos que a grandes rasgos hablaban de llamadas de teléfono, dos fornidos gemelos, disparos… ¿Lo habría soñado todo? ¿Era todo fruto de su propia imaginación? Se levantó rápidamente a la cocina y desde la ventana buscó el banco del parque donde se supone que había estado retenido y hablando con aquellos dos, pero allí no había nadie ni mucho menos rastro de que hubiese sido un escenario de asesinato.
Cerró los ojos, suspiró profundamente y se preguntó si no se estaba volviendo loco. Decidió que lo mejor para despejarse era una buena copa de licor, así que fue a la alacena de la cocina a por la botella. Sin embargo, al pasar por delante del frigorífico vio un post-it que no recordaba. Decía simplemente “Ten cuidado” con una escritura que no reconoció como propia. Un sudor frío le recorrió la espalda de punta a punta, y como si hubiese sido activado por un resorte fantasmal, se abalanzó sobre todas las hojas escritas que tenía sobre la mesa de su habitación. Aquellas pinceladas que había dado tras una noche en vela estaban componiendo un cuadro que no le gustaba nada.
Bienvenido, Croc
Participas en la categoría de Fantasía.
Recuerda que si quieres optar al premio del público o a su selección debes votar al menos una vez (punto 9 de las bases).
En este hilo te pueden dejar comentarios todos los pobladores. Te animamos a que comentes los demás relatos presentados.
Si tienes alguna duda o sugerencia, acude al hilo de FAQ´S y en caso de que no encuentres respuesta puedes señalarla en el post correspondiente.
¡Suerte!
mascuentocalleja.blogspot.com