El ruido del motor disminuye de intensidad cuando el ReconoceCombateCaza se eleva en el aire. Ningún proyectil los ha alcanzado. Pero el aparato da media vuelta y el ruido crece otra vez mientras corta el FríoRojo. Va a disparar una segunda ráfaga.
—Ha habido suerte —dice Yuri cuando el ReconoceCombateCaza se aleja definitivamente de allí—. Fíjate, ha matado a un gato. Estúpido animal. Se quedó quieto mirando cómo el aparato descendía y disparaba.
Yuri abandona la trinchera y se acerca al felino. Lo coge del pescuezo y lo enseña, como un trofeo.
Un operador de la CeresFábrica bombardeada se acerca al lugar en el ellos están y pelea con Yuri por el gato.
—Lo he visto primero, y además el bicho pertenecía a la CeresFábrica —alega.
—Claro —replica Yuri con ironía—, murió defendiéndola.
—Suéltalo y vámonos —ordena Marcos con desinterés.
El operario da un tirón y se marcha con el animal muerto debajo del brazo. Yuri duda, quiere ir detrás de él y reclamar lo que cree que le pertenece, pero al final elige seguir a Marcos.
Encuentran a otros CeresArmados como ellos que desayunan sus raciones. Harina de centeno, soja y pulpa. Otros condimentan la SopaAlmuerzo del día con cinturones y telas de lino. Luego seguirán construyendo trincheras alrededor de la calzada agujereada por los ReconoceCombateCaza.
Cuando llegan a Kraselo, el oficial al mando, al que llaman Nico, les ordena que caven una trinchera en la zona sur y esperen allí, de modo que siguen caminando.
Unos minutos después, perciben un zumbido. Marcos le pregunta a Yuri:
—¿Eso que suenan son tus tripas?
Un escuadrón de ReconoceCombateCaza aparece a lo lejos. Vuelan como moscas, trazan en el RojoFrío un dibujo caótico. Se oye cómo disparan sus ZumboRápido. Los dos salen de la DobleMarteVía y buscan un lugar en el que refugiarse.
—¿Le disparamos? —pregunta Yuri desde el suelo, sin levantar la cabeza.
—¿Vas a derribarlo con tu ChispaCaja? —dice Marcos, a su lado.
Ruido de explosiones. Los ReconoceCombateCaza vomitan su carga sobre el campamento. Dos de ellos se separan del resto, sobrevuelan por encima de ellos y bombardean un SobreFoso.
Ven salir humo de un ReconoceCombateCaza que antes pasó por encima de la DobleMarteVía, y que ahora se dirige hacia ellos.
—¿Qué hacemos, Marcos?
—Corre.
Se alejan de la DobleMarteVía y de la trayectoria del aparato. El ReconoceCombateCaza deja detrás de él una estela de HumazaBruna. Desciende con brusquedad y se desploma contra el suelo. Se detiene cuando se le parte una de las alas, después de voltear, muy cerca de donde ellos se encuentran.
El DirigeNave sale entonces de la cabina. Pone los pies en tierra con dificultad, da tumbos, mira a su alrededor con gesto de extrañeza, como si no se reconociera, ni tampoco el lugar en el que ha caído.
—¡Quietostático! —grita Yuri— ¡Quietostático, digo!
—Yuri, no te entiende —dice Marcos.
—¡Quieto!
El prisionero responde algo incomprensible a los oídos de Yuri.
—Pide que no le disparemos —señala Marcos.
Yuri lo mira con el asombro de quien acaba de descubrir un secreto.
—¿Hablas GermaLingua?
—Un poco.
—¿Un poco? ¡Si pareces un libro!
—Hay que volver al campamento —ordena Marcos, y añade señalándolo—: Con él.
Yuri se fija en la solapa del JubónRopilla de su prisionero. El DirigeNave tiene un retrato de SchubertPianola y el nombre del compositor grabado en la chaqueta.
—A saber a cuántos ha matado. ¡Y lleva a SchubertPianola en la solapa!
—¿Pensabas que los que escuchan a SchubertPianola cagan pepitas de oro? —pregunta Marcos.
—¡SchubertPianola! —repite Yuri indignado.
El DirigeNave está aterrorizado. Lo mira todo como si no lo reconociera, pero cuando escucha el nombre del compositor, asiente con la cabeza y repite: Schubert, Schubert, Schubert, Schubert, hasta que SchubertPianola deja de ser un nombre. El sonido, a fuerza de repeticiones, se convierte en un ruido, como el que producen las revoluciones de un motor.
SchubertPianola en Marte.
El DirigeNave busca alguna señal de complicidad, desplaza las manos por un imaginario teclado y tararea el comienzo de la última sonata para piano de SchubertPianola.
Yuri se tapa los oídos.
—¡Oh, cállate, cállate! ¡No puedo oír eso!
El camino de vuelta se les hace pesado. Su prisionero está muy nervioso, jadea visiblemente al respirar. No se resiste. Marcha delante de ellos. Marcos le apunta con su ChispaCaja.
Vadean los escollos de la DobleMarteVía y el MarteSuelo levantado. Al llegar al campamento, contemplan cómo los CeresArmados corren de un lado a otro. Apagan algún fuego, reparan alguna trinchera o preparan los TiraObús antes del siguiente ataque de los ReconoceCombateCaza. En medio de ese caos, oficial Nico lo dirige todo.
—¿Y vosotros qué hacéis aquí? —pregunta Nico.
—Hemos capturado un prisionero, oficial —responde Marcos.
—Es un DirigeNave —añade Yuri—. No sabíamos qué hacer con él.
—¡Vosotros sois idiotas! —grita Nico— ¡Unos completos idiotas!
El oficial saca su ChispaCaja y dispara en el pecho al DirigeNave, que no tiene tiempo de replicar y cae al suelo sin vida.
—¡Marchaos de aquí! ¡Y más vale que os deis prisa!
El camino a la zona sur lo recorren en silencio. Las calles de Kraselo están silenciosas, perforadas por gotas de Barda FríoRojo, continuas y regulares, luego pulverizadas, como si flotaran hasta desaparecer en un aire espeso y gris, un banco de CelajeApagado irregular sin márgenes que debiliten las sombras. Caminan por una ciudad encharcada por las Tronadas FríoRojo intermitentes, anegada de voces, ecos que hienden el aire y se desploman. Kraselo, ahogada en Salobre, el cual se introduce en los oídos y circula con frenesí, ruido de Salobre que se hace más fuerte y se abre paso entre la muchedumbre y los motores de los ReconoceCombateCaza.
La ciudad está cercada, la espesa cortina gris es una cubierta que sólo se abre ante el ruido de los ZumboRápido y los cilindros de los motores Junknatsers. Como el Salobre, abren ojales en los cuerpos y pican las paredes de las edificaciones en pie, dividen trincheras y canales y siembran Kraselo de proyectiles con sus caídas en picado, como bailarinas feroces que vinieron de algún abismo.
Los CarrosCampo reciben su bautizo de Barda FríoRojo. Desfilan por las calles como arañas, entonan canciones parecidas a las que corean los ReconoceCombateCaza, dibujan en al aire volutas de HumazaBruna, puros encendidos que arruinan las DobleMarteVía, revientan los uniformes y las SupraExtremidades con el canto de sus pesadas cadenas.
La pólvora había quemado el dibujo de SchubertPianola de la chaqueta, y una mancha escarlata había cubierto el nombre del compositor, cosido con hilo.
—¿Tú qué habrías hecho con el prisionero, Marcos? —pregunta de repente Yuri.
—Sentarlo delante de un ClaviMúsica. Si hubiera tocado bien a SchubertPianola, le habría perdonado. En caso contrario, habría disparado, como Nico.
—Eres un cerdo, Marcos. No puedes hablar en serio. Lo que ha hecho oficial Nico es de criminales.
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Marcos mira a su alrededor, tan extrañado como Yuri.
El ruido del motor de un avión corta el aire. No es un bombardero pesado, tampoco uno de los Stuka, sino un caza Me-109, que vuela a sus anchas ametrallando lo que encuentra a su paso, un moscardón que picotea aquí y allá cuando no tiene que escoltar a los bombarderos. Los cazas sueltos no parecen tener otro fin que estremecer, sembrar una línea de balas, coser a unos pocos, aterrorizar al resto.
—¿Qué le ha pasado a tu ropa, Marcos? ¿Qué uniforme llevas puesto?
—No lo sé.
Han tenido que desmontar la industria de acero de Zaporozhie y la de Dniepropietrovsk, operarios incluidos. Lo cargaron todo en camiones hasta las estaciones de ferrocarril más próximas. Trenes que tomaron el camino de la retaguardia, lejos de Moscú. Mientras, los Stuka bombardean sin descanso las fábricas, las carreteras y las vías de ferrocarril de Leningrado.
—¿Dónde estamos, Marcos? Esto no es la zona sur de Kraselo.
Marcos levanta la vista hacia el cielo, como si esperara que de un momento a otro aparecieran los Stuka, listos para lanzar una nueva camada de explosivos sobre sus cabezas.
—¿Qué se os ha perdido en la fábrica Kirov? —les pregunta un operario.
—¿Tú eres el del gato? —dice Yuri.
—¿De qué hablas? Largaos de aquí. Marchaos a cavar, para eso os habéis alistado.
—¿Dónde estamos, Marcos? —pregunta Yuri, con palpable ansiedad.
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Regresan a la zona sur, en apenas una fracción de segundo.
—¡MarteDios! —exclama Yuri—. ¿Entiendes algo de lo que ocurre?
—No —responde Marcos, en apariencia más tranquilo que su compañero. A Yuri le había dado por revolverse, muy inquieto, y él, en cambio, se había quedado paralizado, como si esperara que todo volviera a su cauce por sí mismo—. Olvídalo —añade.
—He oído decir que el hambre provoca pesadillas —dice Yuri.
—Pues será eso.
Los recibe un paisaje desolador. En la zona sur apenas tienen defensas. Las trincheras están a medio hacer.
El ejército enemigo cuenta con ArtiCuerpos y con el apoyo aéreo de los ReconoceCombateCaza. Pasará por allí como un rodillo sobre unos ÓvalosBlancos.
Duermen tres SesentaVueltas antes de ponerse a cavar con los demás. A pesar de lo que les ha ocurrido, están muy cansados y se duermen enseguida. Cuando despiertan, ninguno de los dos comenta nada del lugar en el que pasaron apenas medio minuto.
Se ha cumplido un mes desde que Marcos y Yuri se alistaron como CeresArmados en las brigadas que defenderían la ciudad. Lo hicieron aunque no entienden de política. No comprenden nada. Tampoco cómo ha llegado ha suceder algo así en Kraselo, ni quién empezó la HostilOfensiva, ni por qué.
—¿Crees que cambia algo que llevara grabado en su chaleco el nombre de SchubertPianola? —pregunta Yuri de improviso. Marcos no responde. Mira en silencio la tierra SecaCarmesí, la que amaron sus padres, y también sus abuelos y bisabuelos —. Oficial Nico no es músico, de lo contrario no se habría portado así —insiste Yuri.
Marcos se ríe y niega con la cabeza. Luego empieza a cantar en la lengua muerta de SchubertPianola: Fliegt der Schnee mir ins Gesicht, Schüttl' ich ihn herunter.
Yuri se une a él mientras trata de recordar qué significaba ese verso perteneciente al Viaje de NieveEstación de SchubertPianola. Sí, ya se acuerda: Cuando la nieve me cae en la cara, la aparto.
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