-Ni uno seré yo ni el otro serás tú.
-Si lo serán... lo seremos. Son descargas de nuestra mente. Copias exactas de nosotros. Pensamientos, recuerdos, sentimientos... todo. Exactamente igual.
-Pero... no sé. No es lo mismo.
-Claro que no. Pero, al menos, podrás hablarme cuando quieras y yo podré...
-Pero tú no eres un holo-cubo, no serás tú.
-Ya, pero será como hablar por holo-visión. En cuanto lo actives, verás como te gusta.
- Y si no me gusta, ¿podré apagarlo?
-Claro. Pulsando el botón, y listo. No volverás a verme más.
-No digas eso. Sabes que no soporto cuando tienes que salir de la Tierra durante tanto tiempo.
-Perdona. Lo sé. Por eso quiero que vayamos a comprar los holo-cubos. Así será más fácil.
-Nunca será fácil.
-Lo sé.
Pasaron dos días desde que Christopher se fue hasta que se atrevió a encender el holo-cubo. Con mano temblorosa, se acercó a la caja en la que estaba guardada la cabeza de su marido y, de un golpe, pulsó el interruptor.
La cabeza holográfica de Chris se elevó en el aire. Estaba del revés y sus ojos se veían perdidos.
-¿¡Qué ha pasado!?
Sobresaltada, lo apagó de nuevo. Se le había acelerado el corazón. Respiró hondo. Le dio la vuelta y lo encendió de nuevo.
Chris volvió a aparecer. Miró en torno y comprobó que estaba en casa. Después fijó la vista en Jean.
Así fue como ella lo vio. Sin embargo, era una ilusión creada para que la proyección pareciese real en lo posible. Era solo la abstracción de una persona. Aquello representado en imagen como ojos, boca y oídos estaban en la caja, no en holografía. Tal como en la holovisión es la persona y no la imagen creada quien se mueve.
-Hola, cariño. Me alegro de que te hayas decidido. No fue tan difícil, ¿verdad?
Jean permanecía a cierta distancia de la caja, con los brazos cruzados formando un muro protector ante sí frente al artificio.
-Hace ya dos días que te marchaste...
-¿Dos días? Vaya... –la imagen bajó ligeramente la cabeza, ya que Chris estaba pensando-. Claro. Para mí el tiempo no ha transcurrido. A mí me parece que estábamos hablando en la tienda hace tan sólo unos segundos. Pero, ¿por qué has tardado tanto?
-No me atrevía... Oye, esto es muy difícil para mí, Chris. Me cuesta hablar contigo si sé que no estás aquí.
-¡Pero si soy yo! Todo lo que soy está aquí dentro.
-No. Eres una copia. No eres mi Chris. Eres un... sustituto, hasta que él vuelva.
-Nadie va a ser sustituido, Jean. Cuando yo vuelva de la Luna, me tiras a la basura, ¿ok? Es decir, tiras el cubo a la basura.
-¿Cómo puedes decir eso?
-Porque yo no soy nadie... no soy nada. Sólo una imagen de mí –Jean se quedó pensativa, parecía confusa. Entendía lo que Chris trataba de decirle pero le costaba aceptarlo-. Oye, lo más probable es que yo lleve ya dos días hablando contigo sin parar. Así que...
Una horrible imagen pasó fugaz por la mente de Jean.
-¿Conmigo? ¿Yo... en la Luna? No lo había pensado... yo estoy allí... Oye, dijiste que para ti el tiempo no había pasado. Explícamelo.
-Oh, es sencillo. Lo último que recuerdo es haberte dicho en la tienda que te relajases. Iban a ser unos segundos. Te cogí de la mano... Después me dormí.
-Pero el que hizo eso no eres tú. Tú eres... la caja. No, sí eras tú. Porque tú eres... tú.
-Exacto. Recuerdo toda mi vida hasta el momento en que me dormí en la tienda. Porque fue ahí cuando me crearon a partir del modelo original. Y sólo serviré hasta que vuelva de la Luna. Nuestras mentes evolucionan de manera diferente y nos iremos diferenciando cada vez más.
-Bien. ¿Y qué te pasa cuando te apago?
-Nada. Mientras que la mente humana original duerme y despierta sin sufrir, yo soy desconectado y conectado sin saber cuánto tiempo exactamente he permanecido... inactivo.
-Y, en ese tiempo, ¿a dónde vas?
-A ningún lugar. A la no existencia. Como la llama de una vela que se apaga, supongo.
- A la no existencia –murmuró ella asustada. Empezó a temblar-. ¿Y por qué dijiste que los humanos duermen y despiertan “sin sufrir”? ¿A qué viene ese matiz? ¿Es que tú sufres?
-No... es decir, no. Bueno, soy una mente humana normal, al fin y al cabo. Soy yo. Es la primera vez que me despierto y me costó un poco adaptarme, nada más. Desconcierta un poco –rió, tratando de quitar importancia al asunto- que me hayas encendido boca abajo. Y el hecho de no tener cuerpo resulta... extraño.
“Pero el ver que estoy en casa me ha tranquilizado bastante. Así que, ya me ves –sonrió-, no pasa nada.
-¡No pasa nada! ¡Ponte en mi lugar! ¡A mí me ha tenido que pasar lo mismo, estoy segura! Has dicho que es seguro que hayas encendido mi holo-cubo al llegar. Imagína... me.
“Me duermo en la tienda, a tu lado, y despierto en la Luna medio segundo después, sin saber dónde estoy, del derecho o del revés, y... ¡sin cuerpo! ¡Soy una abstracción! ¡Es terrible! ¡Oh, no!
-Tranquila, no llores. Seguro que todo va bien.
-¿Cómo va a ir bien? Sólo de pensarlo estoy llorando y temblando. Y si ese cubo es... soy... sé perfectamente cómo se sentirá. Ten por seguro que estoy sufriendo. Estoy sufriendo, Chris. Por favor, ayúdame.
Chris dejó caer una sonrisa para calmarla.
-Escúchame... escucha. Mírame, por favor –Jean lo miró. No vio el pozo de sus retinas ni el color de sus ojos ni la profundidad de su mirada. Sólo vio una proyección. Una caja sin sentimiento. Sólo sentía algo si se limitaba a oír su voz-. No dejaré que ocurra. Estoy ahora mismo contigo allí, ¿verdad?
-Sí.
-Pues no permitiré que te ocurra nada malo.
-Pero, ¿cómo, Chris, cómo? Me darás un abrazo, una palmadita en la espalda, quizá.
-No. No te dejaré sufrir. Te lo aseguro. Te apagaré. Y si...
La casa empezó a girar. Jean no podía oír lo que Chris la caja le decía Sólo aquella última frase como el eje sobre el que giraba la casa. De un impulso, como con un resorte en el brazo, apagó a su marido.
No soportaba lo que acababa de oír. No podía asimilarlo. Sería como matarla. Acabar con ella. Apagar la llama de su vida. Enviarla a... la no existencia. ¡Y ya o había hecho!
Ahora, en su interior, sabía que dos días atrás había sufrido una angustia insoportable. Y él lo resolvía... matándola. No podía ser. No podía ser...
Pasó una semana más hasta que Chris volvió a la luz.
-...te apago dejarás de sufrir.
-¿Qué?
-¿Qué ha pasado? He notado un “corte”.
-Te apagué en mitad de esa frase.
-¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
-He estado pensando, Chris.
-¿Pensando? ¿De qué hablas? Espera. Antes dime cuánto tiempo ha pasado.
-Oh, perdona. Hace una semana.
-¿Una semana? ¿Y qué es lo que...?
-Escúchame, por favor. Esto es doblemente difícil para mí. Tenemos que hablar de esto.
-¿Y bien?
-No me gusta nada este invento. No me gustas nada.
Pasados cuatro meses, Chris volvió de la Luna con su holo-cubo bajo el brazo. Había pensado meterlo en la bodega con el resto del equipaje pero no podía, sencillamente no podía. Era su mujer y debía ir a su lado durante el vuelo.
Al llegar, ella no estaba esperándole. Encendió el holo-cubo.
-Jean, hoy es 27 de octubre. Acabamos de llegar al espaciopuerto. Pero no estás.
-¿No estoy?
-No. ¿No sabrás por qué? ¿Puede haber algo que te haya impedido venir a recibirme?
-No. Claro que no. Te dije que estaría ahí. Nada me impediría ir a recibirte. Qué raro, ¿no?
-Desde luego. Te encenderé de nuevo en cuanto lleguemos a casa, ¿vale?
-Perfecto. Hasta luego.
Apagó el holo-cubo y encendió el móvil para llamarla, pero ella no contestó.
Cuando llegó a casa, comprobó que no había nadie. Sobre la mesa de la cocina, el otro holo-cubo con una nota encima:
Lo siento, Chris. Nunca pensé que pudieras hacerme algo así. Me voy a casa de mi madre.
Adiós.
La nota cayó al suelo. Chris se quedó petrificado. No sabía qué había pasado. Tenía que aclararlo. Ir a hablar con...
Encendió de nuevo el holo-cubo.
-¿Ya estamos en casa?
-Escúchame. Tenemos que hablar.
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