La cosa de la habitación de al lado
Recuerdo con incredulidad y cierta intolerancia, los hechos que Tom me estuvo relatando tan ávidamente. Siempre había sido muy entusiasta en estas cosas, y yo, por no hundirle en la realidad, escuchaba cada una de sus historias con el más teatral e interés, que mi capacidad para actuar me brindada. Todo ocurrió un buen día en el cual me vino a visitar de forma intempestiva, cómo era habitual en él,(imprevisto como un rayo en el día más despejado). Yo, estaba con los quehaceres de la casa, debido a un accidente fatal, que me dejó impedido para cualquier departamento laboral. En casa, aburrido, y sometido al tedio, la visita de Tom, me sacaría por unos momentos de tan matutino día.
-¡Philip!, ¿¡cómo estás¡?- dijo sonriendo Tom, con su particular rostro alegre, y de toques vigorosos.
-Bien, bien. Aquí, impedido como un mueble más-dije esbozando una mueca, sometiéndome a la realidad-. Veo que has ido de compras…: ¿qué es ese paquete?-dije sin darle mucha importancia.
-Bueno… ya sabes; he pasado hace un rato por la feria del pueblo, y no he podido resistirme-dijo riendo de forma acompasada.
-¿Sirve para algo?, o… ya te han dicho que tiene poderes mágicos-dije de forma sarcástica moviéndome hacia la máquina de café.
Tom se quedo serio, pero a la vez sonriente, viendo que había acertado.
-No pude contenerme. Es algo espectacular, ya verás… -no sonó muy convincente, pero en los ojos de Tom había un brillo, que me hacía dudar.
-¿Qué se supone que contiene?-dije echando unas gotas de café en ambos vasos.
-No lo sé, nadie la ha abierto.
-Pero… ¡si es una simple caja hombre!- al momento no me percaté, pero tenía unos caracteres extraños, pintados con formas extravagantes, para tan diáfana caja.
-No sé si será sólo una caja Philip; yo tengo la corazonada de que hay algo más…
-¡Bobadas! Ven a tomarte un café anda… Y cuéntame que tal por la fábrica.
Tom se acercó y dejó la caja en un estante. Charlamos largo y tendido sobre la situación de la fábrica, dejando espacio en nuestras mentes, para la realidad que nos rodeaba diariamente, al menos, en lo concerniente a él, pues yo, a duras penas podía llevar el ritmo de las tareas domésticas.
La noche cubrió el barrio como una manta a una bombilla, y ya era necesario pasar la noche que tan rápidamente pasó en nuestros relojes.
-¡Se me ha ido la hora por completo!-dijo Tom sorprendido.
-Quédate a dormir, con las horas que son, ya no es momento para andar por callejuelas oscuras y desprovistas de humanidad.
Tom me miraba con cierto afecto, la amistad que nos unía y nos une, tenía lazos fuertes como argollas de acero que sujetan el ancla de un buque.
-De acuerdo-Tom se preparaba para ir a dormir.
-¿Quieres algo de cena?-pregunté.
-No, déjalo, ya he comido hoy copiosamente, y la verdad no tengo ganas de nada más, de hecho ese café no me ha sentado muy bien-dijo algo indispuesto.
-Yo tampoco tenía muchas ganas de cenar. Anormalmente el día pasó muy rápido, y me daba la impresión que tanto Tom, como yo, estábamos más cansados de lo habitual.
Encendí unas velas. El suministro eléctrico fue dañado hace unos días por una subida de tensión, y la reparación se me antojaba lenta.
-¡Buenas noches Tom!
-¡Buenas noches Philips!
Me metí en la cama, con mis pensamientos diarios, y lo rápido que cambiaba la situación en la fábrica. Estaba buceando en los recuerdos, cuando algo inhabitual me sorprendió. La puerta se abrió raudamente, y allí, inmóvil, estaba esa cosa: la caja.
-Tom; ¡déjate de bromas!, es muy tarde y no tengo ganas de jugar a tus infantiles juegos-espeté.
Pero no escuchaba a Tom. He de sincerarme y decir que me asusté, porque la idea de que fuera una broma no me cabía en la cabeza. Tom era muy serio con las cosas que creía, y debiendo de guardar reposo, que era el caso, dudaba mucho de que esas bromas tuvieran algún fundamento. Mi salud le importaba en alto grado.
Los caracteres en la caja cambiaban. Era curioso. Era como mirar por un caleidoscopio y ver infinidad de imágenes que se contorsionaban, y decantaban en formas curiosas.
Cuando los caracteres acabaron de formarse, el resultado era desconcertante;…: la persona que ha entrado en casa no es Tom, es un impostor, dentro de la caja está la respuesta.
Un escalofrío helado recorrió mis asustados vellos. ¿Qué clase de fantasía era ésta? Dudoso de qué me invadiera una sensación de alucinación, cogí la caja. Y sin preámbulos, la abrí… ¡CLAC!
Ése fue el sonido que hizo al abrirla. Y dentro una foto; Philips yacía muerto en su habitación, cubierto de sangre y con una postura horrible en su agitado cuerpo. Desvencijado como un juguete roto, corrí de forma destartalada a la habitación gritando su nombre. Al abrir la puerta, cuál fue mi sorpresa, que no encontré a Philips, sino otra caja. Al abrirla, un mensaje me trastocó: “Tú eres el de la foto y estás ciego, y estás en coma en el hospital, atrapado en tu propio sueño, debido al accidente de la fábrica. Esta caja, contiene todas tus cosas”.
Juanillo19811, he borrado una cosa rara que salía en la cabecera del relato (es un problema que tenemos con los cambios de formato). Espero que el relato sigue íntegro, pero si ves algo extraño avísame y le echo un ojo.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.