El otro día, en la biblioteca, leí a dos poetas que me pusieron la piel de gallina; os dejo una muestra de su poesía:
- El primer poema es de Amparo Amorós sacada de su antología Visión y destino (1982-1992)
Estela
No importara morir
si el último ademán
fuese esta tarde
demorando extasiada su luz
por contemplar conmigo
el cadencioso compás de ese caballo.
La armonía es un ritmo
de crines y de patas
que caen a la tierra
y se remontan
en un conato pendular de vuelo.
Burlar la gravedad inútilmente
tal vez resulte el símbolo
más fiel de la existencia.
Dulce es el fin como el tañer de un arpa
si la imagen final
es la belleza.
- La segunda es Blanca Andreu la cual sí conocía de otras antologías, pero me reafirmo aún más de lo gran poeta que es. Sacado de su antología El sueño oscuro
Hundiré mis manos aquí, en este mar que no existe,
hundiré las hojas ávidas y el verso vertical que nació espada,
la tinta de helecho virgen, las sílabas furtivas que iban diciendo: sálvame,
y el amor como un vino escrito.
Hundiré mis dedos, las lianas vivas y los pólipos que enmudecen en mis dedos,
las flores graves que coronan a los reptiles que amo,
el liquen del sueño que maduran las serpientes más favorables,
el corazón pintado de blanco, hasta morir,
la garganta del día y sus branquias de oro.
Hundiré mis manos en noche que no existe sobre un mar que no existe,
mi garganta entre anzuelos de la flora marítima,
en agua ebria y en buques como pájaros,
en aquello que no será posible,
en todo lo que se alza cuando la noche se alza,
cuando encalla su cornamenta de ciervo temible y solloza,
estrofa antílope o estrella en metro antiguo,
y andará la locura como un óleo escarlata,
ala o aceites rojos sobre la superficie de cierta oscuridad,
de océano ninguno.
Hundiré mis manos en este lugar leve donde duermen secretas las marinas flamígeras,
y hablemos de las direcciones y de las cosas de la muerte,
y de sus rutas, y de sus atrios abrasados.
me encanta la primera que has puesto de Amparo Amoros.
sencillamente genial.
la mano que mece la cuna