Mentiras
Crees que te quiero porque cuando lo pronuncio todavía arrugo la nariz de esa forma tan graciosa. ¡Qué afortunado eres! Para mí ha sido más fácil aprender ese gesto a fuerza de rutina que para ti librarte de su perfume cuando regresas a casa.
Detalle
Aquel viaje se torcía. Setenta grados sobre la vertical, diría yo, pero con el avión boca abajo y en picado era difícil calcularlo. Por si acaso desperté a mi marido para que también supiera que iba a morir. ¿Había mejor regalo de despedida tras veintiocho insoportables años de matrimonio?