Pequeñas maldades
Mientras papá, furtivo, saca la basura, mamá entretiene al inconsolable Jonathan. Al paternal desasosiego, el pequeño interpone colaboración para no descubrirlos. Luego, pasados los oficiales sollozos, viene a rescatarme, yo dejo de hacerme el muerto y él me entra en casa, voz en grito.
«¡Mi gatito ha vuelto!»
Manchas feas
―Jura por tu tren eléctrico que no dirás nada a mamá.
―¡Lo juro! ―susurra David tratando de zafarse de ella.
Rebeca vacía el resto de laca de uñas sobre las patas de Popi, tira el frasco al suelo y esconde las manos mientras avisa gritando a su madre.
La lengua es el arma blanda que mata sutilmente.