Terapia
Compraba bonsáis de manera compulsiva. Podía sentir el esfuerzo por escapar de la tierra de sus pequeños troncos, retorciéndose hasta florecer en artificiales colores. No parecían reales pero eran mejor que nada. Bastaba un bote de laca y un mechero para que la felicidad fuera casi completa.
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