EN UNA FAMILIA NO SE PIDE PERMISO
La cara de su padre fue una exclamación de sorpresa, cuando abrió la puerta del dormitorio y vio a su hijo con los pantalones bajados y la televisión puesta.
EN UNA FAMILIA NO SE PIDE PERMISO
La cara de su padre fue una exclamación de sorpresa, cuando abrió la puerta del dormitorio y vio a su hijo con los pantalones bajados y la televisión puesta.
El En una familia no se pide permiso de William E. Fleming me parece más un chiste que un microrrelato. Un micro debe despertar una reacción en el lector, ya sea miedo, tristeza, alegría, emoción... o también sonrisa. Pero buscar el tono humorístico no quita que el micro deba estar también trabajado y éste, aunque gracioso, me parece demasiado simple.
El Desalojando de Gizmo guarda algo más de profundidad que el anterior, aunque el autor no ha sido capaz a mi parecer de exponerlo con la suficiente claridad. También cambiaría los puntos suspensivos que hay tras "crueles" (ahí pondría un punto) y los pondría tras "deuda".
Mi voto para Desalojando de Gizmo.
Las lisonjas gratuitas no ayudan a aprender.
Aunque coincido en que "En una familia no se pide permiso" es muy simple en su planteamiento, al menos he visto la redacción más correcta que en "Desalojando". Por ello, el primero se va a llevar mi voto.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.
En una familia no se pide permiso tiene la fuerza de un chiste, pero no toda la fuerza que lo convertiría en un gran micrrorelato. Le hubiera hecho falta algo más, pero me ha hecho gracia.
Desalojando pierde en las formas lo que gana en el fondo. La redacción, y es una pena porque el micro tiene chicha, emborrona en lugar de esclarecer.
Mi voto va para En una familia no se pide permiso, de William E. Fleming.
Somos mentira.
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Desalojando
El director sonreía, la subasta del inmueble había marchado genial. Los impagos hipotecarios son crueles… Juan había quedado tan cerca de cerrar su deuda. ¿Pero eran culpa suya el quiebre de las empresas?
Cuatro personas entraron en la oficina, vistiendo caretas de un Juan sonriente.
–¡Sorpresa! –Chillaron mientras disparaban.