El pescador de respuestas
Anduvo siglos hasta llegar al Lago de la Verdad. Allí, el viejo pescador recibía de Aristóteles cuestiones metafísicas como cebo, mientras miles de almas esperaban su turno.
Suspiró aliviado y descargó un enorme “¿Por qué?” que rezumaba sangre de su hijo mezclada con aceite de motor.
Escribo aquí para que este desafío no se pierda en la segunda página.
Las lisonjas gratuitas no ayudan a aprender.