El esperanzado camino de la gata rosa escarlata.
El anciano cruzó la plaza. Ofreció el dulce a la niña. Ella se rehusó con una mueca. Temblaban. Él insistió. Ella consultó a su madre con la mirada, aquella respondió con deliciosa indiferencia.
La manito, entonces, recogió el vestido.
La golosina
Los pies se pegaron al suelo azucarado y el ambiente se espesó, adquiriendo la consistencia del chocolate caliente. Es una trampa, pensó la niña. Ventanas de hojaldre y puertas abizcochadas se abrieron por toda la ciudad. Famélicas ancianas salieron, mirándola como si fuera la cosa más dulce.