Puro placer
La atrapó entre sus manos, acariciándola con sumo cuidado, tranquilo, tomándole el pulso en cada movimiento, posando sus dedos sobre ella, recorriéndola toda, arrancándole aquellos sonidos que tanto le estimulaban para, después, guardarla en su funda sintiendo la paz que el rasgueo de esas seis cuerdas le proporcionaba.
El banquete
Masticaba cada trozo con delicadeza y lo acompañaba con traguitos que le extasiaban.
Tan bello era, que por un segundo quise salir del armario y decirle que desearía que fueran mis sesos los que se comiera, mi sangre la que se bebiera.
Y no la de mi hermano.
Somos mentira.
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