El sexto sentido.
Frente al espejo, Alejandra acomodaba el cuello de su vestido cuando sintió que su sangre se hacía hielo. El reflejo de su madre se arrastraba lentamente a sus espaldas.
Cerró los ojos y saboreó el silencio.
Respiró hondo.
"Calma", pensó "nadie sobrevive a tantas puñaladas".
El torturador
Primero me arrancó la lengua, luego me rompió los tímpanos, me sacó los ojos y me partió la nariz en dos. Con todo, pude sentir su sangre calida en mis manos cuando le atravesé el corazón.